Ser libertario en Chile: rescatar un término secuestrado por la ignorancia y la mala fe.
En el Chile contemporáneo, ser “libertario” es, a ojos de muchos opinólogos, poco menos que un pecado social. El término ha sido vapuleado por ignorancia, distorsionado por los medios, y cooptado por figuras y movimientos que, lejos de comprender su verdadero significado, lo utilizan como disfraz para promover agendas profundamente antilibertarias. Es urgente y necesario recuperar el sentido original del concepto “libertario” y dejar en evidencia a quienes lo usan para encubrir posturas autoritarias, xenófobas, supremacistas o colectivistas con otra máscara.
Libertarismo no es autoritarismo de derecha
![]() |
Libertarismo. |
Y, sin embargo, en el debate público chileno, se etiqueta como “libertarios” a ciertos personajes y movimientos que abrazan posturas racistas, nacionalistas o xenófobas. Esas ideas no sólo no son libertarias: son exactamente lo contrario. La xenofobia parte del principio de que los derechos individuales no se aplican universalmente, sino que están condicionados por la nacionalidad, etnia o cultura. Eso es colectivismo puro, es tribalismo disfrazado de patriotismo, y representa una traición completa al núcleo ético del libertarismo, el cual parte de la base de la defensa irrestricta de la dignidad de la persona humana, sin importar su nacionalidad, etnia u origen geográfico.
¿Cómo llegamos a esta confusión?
La confusión en Chile se debe a varios factores. En primer lugar, el desconocimiento generalizado de las doctrinas políticas más allá de los eslóganes y las caricaturas. Aquí en nuestro país, cualquier defensor del libre mercado es llamado “libertario”, aunque defienda simultáneamente leyes migratorias draconianas, penas de cárcel para consumidores de drogas o restricciones al matrimonio por orientación sexual. Esta reducción del discurso político a etiquetas superficiales ha hecho un daño profundo a la conversación pública.
En segundo lugar, hay una tendencia deliberada, tanto en sectores socialistas como neomarxistas, de deslegitimar al libertarismo acusándolo de ser una coartada ideológica para el egoísmo o el desinterés por los pobres. Pero esa es una falacia conveniente para quienes se benefician del estatismo y del clientelismo político. El libertario genuino cree en la caridad voluntaria, en el comercio como herramienta de integración humana y en el mérito como principio, no en los privilegios arbitrarios por nacimiento o por cercanía con el poder, así como también el libertario genuino está radicalmente en contra tanto del racismo como de la xenofobia.
Hay mucha ignorancia frente al libertarismo
Muchos libertarios chilenos han sido víctimas de ataques infundados y de críticas destempladas por parte de la izquierda, que los mete en el mismo saco que nacionalistas reaccionarios o conservadores morales. Pero también hay responsabilidad dentro del propio sector que se autodenomina “libertario” sin entender que el libertarismo no es simplemente odiar impuestos, muchos de los cuales efectivamente son un robo descarado, como lo es el caso de las contribuciones.
Rechazar el Estado no basta para ser libertario: hay que defender activamente las libertades civiles, la libre inmigración pacífica, los derechos de las minorías, la libertad de expresión incluso para ideas incómodas, y el respeto irrestricto a los contratos entre adultos voluntarios.
Cuando alguien se declara libertario y al mismo tiempo pide cerrar las fronteras a toda clase de inmigrantes, prohibir ideologías o criminalizar ciertas formas de vida privadas, está demostrando que no entiende lo que dice defender. A lo sumo, es un conservador disfrazado. A lo sumo, es un autoritario más, que sólo quiere reemplazar el poder estatal por el suyo propio.
Chile necesita libertarios auténticos
Chile está atrapado entre un estatismo izquierdista fracasado, que no logra ni mejorar la calidad de vida ni garantizar libertades básicas, y una derecha reaccionaria que dice defender la libertad pero sólo si coincide con su moral tradicional. El libertarismo —bien entendido— ofrece una tercera vía: respeto absoluto por las libertades individuales, libre mercado, descentralización del poder, apertura al mundo, rechazo total a toda forma de racismo y xenofobia, y oposición tanto al Estado benefactor como al Estado gendarme.
Es hora de que los libertarios chilenos se diferencien con claridad de los impostores ideológicos, de los "falsos libertarios". Es hora de que digamos con fuerza que no hay libertad sin inclusión, que la libertad no se protege con garrotes ni con aduanas cerradas, y que el respeto por la vida, la propiedad y la autonomía personal es incompatible con cualquier forma de supremacismo nacionalista o autoritarismo cultural.
Recuperemos el término libertario. Limpémoslo del barro en que lo han hundido. Porque si no lo hacemos nosotros, lo seguirán usando quienes no creen en la libertad, sino en su caricatura más peligrosa: la del fuerte que aplasta al débil en nombre del orden y la tradición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario