martes, 6 de mayo de 2025

Aventuras de Metro: tiempos que no volverán

Todo tiempo pasado fue mejor... definitivamente.


A comienzos de los 2000, cuando yo aún era un adolescente con más energía que certezas, pasé un tiempo estudiando en una universidad del barrio universitario de Santiago, la cual estaba ubicada entre las estaciones Los Héroes y República. Si bien nunca terminé esa carrera, al menos me quedan lindos recuerdos de esos tiempos.

En esos años, a comienzos de este milenio. el Metro de Santiago no sólo era un medio de transporte; era un escenario de encuentros, de miradas furtivas, de conversaciones espontáneas que a veces desembocaban en historias efímeras y, en otras ocasiones, en relaciones más duraderas.

Cuando el Metro era un lugar agradable

Metro a comienzos de siglo.
Recuerdo aquellas mañanas frías de otoño, cuando el vagón iba repleto y el aire olía a una mezcla entre colonia barata, humedad y a libros recién abiertos. Furtidamente, a veces cruzaba miradas con alguna desconocida. Bastaba una sonrisa tímida o una casualidad forzada –coincidir en la bajada de estación, compartir el mismo destino– para entablar una conversación. Eran tiempos en que eso no era mal visto como ahora. Hubo momentos gloriosos, donde la conexión fue inmediata y la charla se alargó más allá de los torniquetes de salida. También hubo rechazos abruptos, miradas esquivas y silencios incómodos. Todo formaba parte del juego de la época, de una juventud que exploraba sin miedo algo hasta ese entonces desconocido para mi.

Aunque suene extraño decirlo, las estaciones de Metro fueron testigos de mis primeras aventuras amorosas. Algunos encuentros llevaron a pololeos breves pero intensos, otros sólo quedaron en recuerdos difusos de conversaciones apresuradas antes de que las puertas se cerraran y cada uno siguiera su camino. La mayoría resultaba en casos de chicas que me daban el teléfono, pero que jamás se podía concretar una cita con ellas. Hubo de todo. Eran tiempos en los que la espontaneidad era bienvenida, donde la curiosidad por conocer a alguien en el día a día no estaba manchada por la desconfianza o el miedo al qué dirán, que es algo muy habitual en el Chile actual.

Recuerdos... sólo recuerdos

Hoy, todo eso parece un vestigio de otro siglo. La sociedad cambió radicalmente en estos 20 o 25 años. Dicen algunos que se modificó para bien, otros opinamos lo contrario. La naturalidad de un cruce de palabras con una desconocida se transformó en algo sospechoso, en un gesto que debe ser calculado y medido para no generar incomodidad. La delincuencia, las estafas, el feminismo radical y las malas experiencias han hecho que las miradas se esquiven en los vagones, que cada quien viaje encerrado en su burbuja de audífonos y pantallas del teléfono celular. El Metro sigue siendo el mismo, pero la gente ya no lo es.

Aventuras de Metro a principios de este siglo, tiempos que no volverán. Una remembranza de cuando la ciudad era un poco más cercana, menos temerosa y más dispuesta a la sorpresa. Recuerdos de un pasado lejano, pero un pasado entrañable.

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