Ni la centroderecha blandengue y entreguista ni tampoco la ultraderecha fanática y xenófoba son la solución que requiere nuestro país. Se necesita un punto intermedio entre ambas.
La derecha chilena atraviesa un momento crítico. Su actual configuración parece reducirse a dos polos opuestos, e igualmente defectuosos: por un lado, una centroderecha blandengue y timorata, siempre dispuesta a ceder ante la hegemonía cultural de la izquierda, incapaz de defender los principios de derecha con convicción y constantemente en búsqueda de validación en espacios donde nunca será aceptada. Dicho de otro modo, la centroderecha busca ser aplaudida por aquellos que, de todas formas, siempre la van a odiar, a despreciar y se van a reír de ella por su candidez e inocencia. Por otro lado, en el otro extremo tenemos a una ultraderecha intransigente, aferrada a discursos que la alejan de la realidad del país, con una visión simplista y reduccionista de los problemas, que muchas veces cae en el fanatismo y en un grado evidente de xenofobia. En este panorama, no hay espacio para un sector de derecha que conjugue firmeza con sensatez.
Se necesita con urgencia "una nueva derecha"
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Esa derecha alternativa tendría que reconstruir un ideario moderno y coherente, capaz de disputar el sentido común del país sin complejos, pero también sin extremismos ni discursos supremacistas. Debería ser una derecha capaz de articular un discurso donde la identidad nacional y el orgullo patrio no deriven en xenofobia, y donde la defensa de la ley y el orden no se confunda con la negación de problemas sociales profundos. También debería ser una derecha que no tema en desafiar a la izquierda en el ámbito cultural, que no sólo se limite a gestionar los modelos que el socialismo y el neomarxismo imponen día a día en diversos estamentos de la sociedad.
La "tercera vía" hay que buscarla, no llegará sola
El vacío que existe entre la derecha blanda y la ultraderecha es una oportunidad. Pero esa tercera vía no nacerá sola. Requiere liderazgos claros, propuestas concretas y un compromiso real con un Chile libre, próspero y seguro. La pregunta es: ¿Habrá quienes estén dispuestos a construirla?, ¿habrán políticos valientes que se atrevan a conjugar lo bueno de cada uno de los otros dos sectores y a desechar lo malo, para dar origen a una derecha que sea "derecha-derecha", ni centroderecha pero tampoco ultraderecha?
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