lunes, 6 de enero de 2025

El absurdo mito de la piocha y el odio inagotable de la ultraizquierda en contra de Pinochet

Pocas mentiras más descaradas hemos visto en la política chilena cuando dicen que Augusto Pinochet "se robó" la piocha de O´Higgins.

A lo largo de los años, el episodio de la entrega de la piocha de O’Higgins por Augusto Pinochet a Patricio Aylwin se ha transformado en una pieza de folklore político que algunos sectores de la izquierda y la ultraizquierda chilena insisten en mantener viva. El mito absurdo y ridículo de que Pinochet se habría apropiado de la piocha, o que habría intentado retenerla, no es más que una exageración nacida de un odio visceral que no tiene fecha de caducidad. Sin embargo, en el video del hecho se denota claramente que tal teoría es falsa, muy falsa.

Augusto Pinochet.
El video, disponible en plataformas como YouTube, muestra con claridad lo que ocurrió aquel 11 de marzo de 1990. En el segundo 19, el general Augusto Pinochet cubre momentáneamente la piocha con su mano durante la ceremonia. Luego, cerca del final del video, a los 2 minutos con 27 segundos, se ve claramente cómo Pinochet entrega la piocha directamente en la mano de Aylwin. ¿Inusual? Quizás. ¿Un acto de sabotaje o rebeldía? Difícilmente. Lo cierto es que la piocha nunca desapareció y ha continuado su recorrido histórico en los sucesivos cambios de mando.

De todas formas, vale destacar que dicha piocha era una réplica de la original que fue utilizada por Bernardo O´Higgins, la cual desapareció el 11 de septiembre de 1973, durante el bombardeo al Palacio de La Moneda. 

Una herramienta más de la ultraizquierda furibunda y llena de odio

Sin embargo, este episodio sigue siendo utilizado como una herramienta para desacreditar a Pinochet, ignorando el hecho fundamental: la transferencia de poder en 1990 fue pacífica, ordenada y, sobre todo, democrática. El general, que gobernó con mano firme durante 17 años, pudo haber buscado perpetuarse, pero no lo hizo. Augusto Pinochet dio un ejemplo al mundo, y un tapabocas a sus más acérrimos detractores. Aceptó los resultados del plebiscito de 1988 y entregó el mando en un acto que, con todos sus matices, marcó el inicio de una transición que evitó una confrontación fratricida.

El odio enfermizo y persistente de la izquierda hacia Pinochet, alimentado por mitos ridículos como el de la piocha, impide a ciertos sectores reconocer este hecho histórico claro y evidente. El rencor oscurece una verdad incómoda para los comunistas, socialistas y sus aliados: la transición chilena fue, en gran medida, ejemplar en América Latina. Países vecinos vivieron procesos muchísimo más traumáticos, mientras que en Chile, el general Augusto Pinochet dejó el poder sin que se derramara una sola gota de sangre.

Altura de mitas frente a un acto ejemplar

De esta forma, es necesario reconocer que el general Augusto Pinochet respetó el compromiso de devolver el poder a las instituciones democráticas. Esa realidad merece ser recordada sin el velo de una narrativa deformada por el resentimiento y el odio descarnado de la izquierda chilena. 

Chile tiene el deber de mirar su historia con objetividad. La perpetuación de mitos absurdos como el de la piocha de O’Higgins sólo prolonga divisiones que ya no tienen razón de ser. Augusto Pinochet cumplió con el traspaso de mando y entregó la piocha, dejando en claro que, más allá de los simbolismos, lo que importaba era el acto en sí mismo: la vuelta a la democracia plena, la misma democracia plena que el propio Pinochet habría prometido en caso de perder el Plebiscito de 1988.

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