domingo, 29 de diciembre de 2024

La carga de Universidad de Chile de estar vinculada con una universidad que no le aporta en nada

Como hincha de la "U", me gustaría que el club de fútbol estuviera totalmente separada de una casa de estudios que no le ayuda en nada al equipo.

Universidad de Chile.
La relación entre el Club Universidad de Chile y la Universidad de Chile parece más un lastre para la "U" que una ventaja concreta. Mientras otros equipos ligados a universidades en Latinoamérica encuentran apoyo y beneficios concretos, la "U" se enfrenta a constantes amenazas de perder su identidad sin recibir nada a cambio.

El ejemplo de Pumas de la UNAM o Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en México es ilustrativo. Ambos clubes no sólo comparten el nombre y símbolos de sus respectivas universidades, sino que además se benefician directamente de su infraestructura. Pumas juega en el Estadio Olímpico Universitario, un recinto que es emblema de la UNAM y Patrimonio de la Humanidad, mientras que Tigres tiene su casa en el Estadio Universitario de Monterrey. Este tipo de vinculación crea una sinergia real, donde el éxito deportivo potencia la marca universitaria y viceversa.

A la "U" no le aporta nada la universidad

En cambio, el Club Universidad de Chile no recibe ningún beneficio tangible de su conexión con la universidad. El equipo no tiene estadio propio y debe peregrinar de una cancha a otra para jugar de local, pagando arriendos elevados sin ninguna preferencia en el uso del Estadio Nacional, recinto que no pertenece a la universidad. Además, la casa de estudios fundada por Andrés Bello no invierte en el club ni lo apoya en momentos críticos. La relación se ha vuelto más bien simbólica que práctica, y lo simbólico no paga sueldos ni gana campeonatos.

Lo que sí hace la universidad es amenazar periódicamente con quitarle el logo y el himno al club. "Romántico Viajero" y el icónico búho (o chuncho) sobre la "U" roja legalmente no son propiedad del equipo, sino de la casa de estudios, que ya tiene sus propios símbolos, los cuales apenas son conocidos por el 1% o 2% de los chilenos. Todo esto plantea una paradoja: el club representa fielmente a millones de hinchas, pero su identidad puede ser arrebatada por una institución que se muestra como ajena y lejana, y que no participa ni colabora en su desarrollo. Es un arma de control que genera incomodidad entre los fanáticos, quienes sienten que la universidad interviene sin aportar, y que lo que hace es un verdadero matonaje con intimidaciones constantes.

Desligarse sería lo mejor para ambas partes

La solución parece evidente: ¿por qué no formalizar la separación? El club podría llamarse "Universidad de Chile FC" o simplemente "FC Universidad de Chile". Legalmente, esto sería válido, ya que las entidades son distintas y operan en rubros sin conexión directa. El club seguiría siendo reconocido como la "U" por sus hinchas, manteniendo su legado y arraigo popular sin depender de acuerdos con la universidad. Además, al desligarse completamente, el equipo tendría mayor autonomía para crear una identidad propia y buscar apoyo en otros sectores, como empresas privadas o municipalidades. Mal que mal, la casa de estudios nunca nos ha ayudado a concretar el sueño del estadio propio, ni tampoco ha contratado a jugadores ni entrenadores. 

La Universidad de Chile y su club de fútbol se han separado hace tiempo en la práctica. Tal vez ha llegado el momento de hacerlo también en el papel y liberar al club de una relación que hoy parece más una carga o una tortura que una ventaja.

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