domingo, 22 de diciembre de 2024

Chile necesita una derecha de convicciones firmes, no extremos polarizados

Es importante que la derecha política sea realmente una coalición de derecha: ni de centroderecha ni tampoco de ultraderecha.

La política chilena atraviesa una encrucijada que pone en evidencia una carencia fundamental: hace falta una derecha auténtica, equilibrada y con convicciones firmes. En el panorama actual, encontramos un espectro que se mueve entre una centroderecha tibia y complaciente con las ideas progresistas, y una ultraderecha que prioriza discursos xenófobos y negacionistas del cambio climático, siendo ambas insuficientes para articular una visión sólida de lo que requiere nuestro país de cara al siglo XXI.

Chile.
La centroderecha chilena parece haber perdido su brújula ideológica en un paupérrimo intento de mostrarse "moderna" o "transversal". Este pragmatismo desmedido, aunque efectivo para ganar ciertas cuotas de poder, diluye principios esenciales y deja huérfana a una parte importante de la ciudadanía que busca una alternativa real al predominio de las narrativas de izquierda. En este espacio, la centroderecha no se muestra como una fuerza transformadora, sino más bien como un apéndice funcional al progresismo de izquierda y centroizquierda, adoptando sus premisas casi sin cuestionarlas.

Por otro lado, la ultraderecha ha encontrado terreno fértil en la polarización social y el descontento ciudadano, pero su retórica está marcada por posturas excluyentes y desconectadas de los desafíos globales del siglo XXI. Negar la crisis climática, por ejemplo, no sólo es irresponsable, sino que también es una falta de visión que compromete el futuro de las próximas generaciones. Una derecha moderna debe liderar en temas como la sostenibilidad ambiental, no ignorarlos.

Se necesita una derecha con ideas propias, pero abierta al diálogo

Lo que Chile necesita, entonces, es una derecha que sea fiel a sus valores fundamentales —como el respeto a la libertad individual, el fortalecimiento del Estado de Derecho y la promoción de una economía abierta y competitiva—, pero que también sea capaz de renovarse y enfrentar los problemas actuales con una mirada propositiva.

Una derecha equilibrada, pero firme, podría abordar temas como la inmigración con una política seria y humanitaria, que respete la dignidad de las personas y garantice el orden interno, sin caer en la xenofobia perversa de algunos ultrones afiebrados. Del mismo modo, podría ofrecer soluciones responsables y viables al cambio climático, comprendiendo que el desarrollo económico no está en contradicción con la protección del medioambiente.

El desafío para quienes comparten esta visión es reconstruir un espacio político que rescate la esencia de la derecha, pero que no se deje encasillar en los extremos. Esto requiere liderazgos valientes, dispuestos a defender principios con claridad, aunque ello implique enfrentarse tanto a las críticas de la izquierda como a los sectores más radicales de su propio sector ideológico.

Chile no necesita más moderación vacía ni más radicalismo. Ninguno de los dos es la solución que estamos buscando. Lo que necesita es una derecha con convicción y coherencia, que sea capaz de liderar un proyecto de país inclusivo, moderno y sostenible, sin renunciar a sus fundamentos más profundos. El futuro del debate político está en juego, y es hora de construir una alternativa que esté a la altura de los desafíos.

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