miércoles, 6 de marzo de 2024

Un nuevo estadio para Chile: Más que una simple infraestructura deportiva, una apuesta por el futuro

En Chile no se construye un estadio para más de 40 mil personas desde la década de los años 70s. Estamos muy atrasados en infraestructura deportiva. En Sudamérica, sólo Bolivia está al mismo nivel que nuestro país.

Chile, tierra de pasión por el deporte y la música, se encuentra en una encrucijada donde la necesidad de contar con un nuevo estadio se torna evidente. Sí, es cierto que nuestro país hoy por hoy puede tener muchas otras prioridades que son mucho más importantes, pero no por eso vamos a negar algo que es evidente: estamos muy atrasados en lo que a infraestructura deportiva se refiere.

Desde los años 70s, el país ha carecido de una infraestructura moderna y de calidad que responda a las demandas actuales que implica la organización de grandes eventos deportivos, como lo podría ser un Mundial de Fútbol o unos Juegos Olímpicos. Todo esto no sólo limita las oportunidades deportivas y culturales, sino que también afecta la posición y el renombre de Chile en el contexto internacional.

Construir un nuevo estadio es mirar hacia el futuro de Chile

Es imperativo entender que la construcción de un nuevo estadio va más allá de erigir una estructura de concreto y acero. Es una declaración de intenciones, un compromiso con el progreso y una inversión hacia el futuro del país. En este sentido, la propuesta de un estadio con capacidad para más de 80 mil personas no solo satisfaría las necesidades inmediatas de eventos deportivos y los megaconciertos musicales, sino que también abriría las puertas a oportunidades como la organización de los Juegos Olímpicos, finales de torneos internacionales y megaconciertos de nivel mundial. Hoy por hoy, las exigencias de los organismos rectores son claros: para unos Juegos Olímpicos se requiere un estadio de más de 70 mil personas (aunque se han hecho excepciones) y para una final de un Mundial tiene que ser de más de 80 mil.

¿Puede llegar a organizar Chile una final de un Mundial? Sí, si puede, siempre y cuando sea en el contexto de una candidatura conjunta con otros países, pero para eso necesitamos un estadio enorme y moderno, de más de 80 mil personas... y ojalá más grande que los estadios más grandes de nuestros países vecinos. 

¿Qué otras utilidades puede dársele a un estadio de estas características para que sea viable tenerlo acá en Chile? Muchas: grandes eventos deportivos internacionales, megaconciertos de toda clase, partidos de la selección chilena masculina y femeninda, final y semifinales de la Copa Chile (tal como en Inglaterra se utiliza Wembley para la FA Cup), entre otras. 

El proyecto sí puede ser viable si es que se cuenta con un aliado estratégico

Estadio Nacional de Malasia.
La viabilidad financiera de este proyecto de infraestructura deportiva podría encontrarse en el sistema de "naming", donde una empresa multinacional podría contribuir, total o parcialmente, a la construcción del estadio a cambio de los derechos de denominación. Esta estrategia no sólo aliviaría la carga económica sobre el Estado, sino que también abriría la puerta a la innovación y la colaboración entre el sector público y privado. De hecho, Chile hasta podría darse el lujo de elegir entre varios proyectos presentados por empresas, a cambio de ponerle su nombre al estadio más grande y moderno del cono sur. No dejo de soñar con una cancha similar al Estadio Nacional de Malasia, pero ubicado en las afueras de Santiago.

Acá la idea es que el Estado, por medio del Ministerio de Bienes Nacionales, sea el que adquiera el terreno, y que la empresa multinacional financie su construcción, en forma total o parcial. De entre todas las propuestas que se reciban, se podrá elegir la que más le convenga al país y al erario nacional. 

Alguien podrá decir, tal vez con justo derecho, que un megaproyecto así es "un elefante blanco", que Chile no necesita un estadio para 80 mil personas o más. A ellos les respondo que Chile ya ha tenido un estadio con capacidad para 80 mil personas o más: el Estadio Nacional. Sí, porque antes esa era la capacidad del Estadio Nacional, que se llenaba con 85 mil personas para el fútbol y 90 mil para grandes eventos musicales o culturales (como la venida del Papa Juan Pablo II). Es por eso que hacer un coliseo con este aforo no es contar con algo que nunca hemos tenido, sino que vendría a ser como recuperar algo que de una u otra forma hemos perdido.

El debate político es un paso importante para lograr acuerdos en esta materia

Sin embargo, es importante abordar las preocupaciones políticas que rodean este tipo de proyectos. En un contexto donde el debate político es intenso, la participación exclusiva de empresas multinacionales que financien el proyecto podría ser vital para mitigar la resistencia y así facilitar el consenso necesario para avanzar en la construcción de un estadio de estas características. Es fundamental que esta iniciativa sea percibida como una inversión en el futuro del país y no como una carga adicional para los contribuyentes.

Puskas Arena (Hungría).
Y si todo esto no resultara, por generar demasiada resistencia dentro del mundo político, plagado de personajes que son abiertamente anti-fútbol, siempre está abierta la posibilidad de un "plan B": un estadio más pequeño, pero igual moderno, que sea financiado íntegramente por una empresa privada a cambio del nombre. Sí, un reducto para unas 65 o 70 mil personas, cuyo financiamiento corra sólo por parte de una entidad ajena al Estado de Chile. En ese sentido, me gustaría destacar el diseño del Estadio Olímpico de Bakú (Azerbaiyán) o el Puskás Aréna de Hungría como modelos estéticos a seguir... aunque al reducto de Budapest habría que agregarle una pista atlética, para que sea multiuso. 

Si todo resulta, se puede vender el Estadio Nacional a un nuevo propietario

Respecto al destino del Estadio Nacional, su reutilización ofrece una oportunidad única para fortalecer el tejido deportivo y cultural del país. La venta o concesión en comodato indefinido del estadio a instituciones deportivas, como la Universidad de Chile, podría asegurar su uso eficiente y sostenible, garantizando su legado como un espacio emblemático en la historia del país. Además, con eso el Estado se ahorraría tener que gastar dinero de todos los chilenos en mantener un estadio que ya no sería la casa oficial de La Roja. Es decir, si todo eso resulta, la "U" por fin podría tener su recinto propio, a cambio de cuidarlo (por su condición de monumento nacional) y de financiar toda su mantención en forma perpetua. 

En resumen, la construcción de un nuevo estadio en Chile no es simplemente una cuestión de tamaño y modernidad, ni tampoco una obsesión de un fanático del fútbol, sino que es una declaración de compromiso con el futuro del país. Es hora de mirar hacia adelante, de apostar por el progreso y de construir un legado que trascienda las fronteras del deporte y la cultura.

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