domingo, 1 de octubre de 2023

En política y en historia nadie es dueño absoluto de la verdad

Tanto la política como la historia se basan en hechos concretos que son verdades objetivas, pero las interpretaciones de esos hechos objetivos son siempre subjetivas y dependen de la visión y de la perspectiva de cada uno. 

En el fascinante mundo de la política y la historia, se teje una trama compleja en la que los hechos objetivos y las interpretaciones subjetivas se entrelazan de manera inextricable. A menudo, se tiende a creer que en estos campos alguien puede ser dueño absoluto de la verdad, pero la realidad es que la verdad en política y en historia es un concepto fluido y matizado. Es así como nadie puede reclamar la verdad absoluta en estos ámbitos, debido a que la perspectiva personal juega un papel fundamental en la formación de opiniones.

Política y democracia.
La política y la historia comparten un rasgo fundamental, y que es algo innegable: ambas se basan en hechos concretos, en eventos que han ocurrido y que pueden ser documentados de manera objetiva. Por ejemplo, en la historia, podemos establecer que la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar entre 1939 y 1945, que Adolf Hitler fue el líder de la Alemania nazi y que el conflicto culminó con el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Estos son hechos incontrovertibles, indiscutibles, la base sólida sobre la cual se construye el conocimiento histórico.

Ejemplos de la subjetividad en los análisis históricos

Sin embargo, la cuestión clave radica en cómo interpretamos estos hechos. Aquí es donde entra en juego la subjetividad. Las interpretaciones de los eventos históricos, al igual que las opiniones políticas, están profundamente influenciadas por la perspectiva individual de cada persona, por sus convicciones más profundas, e incluso por sus respectivas escalas valóricas. Por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial puede ser vista como una lucha por la libertad y la justicia, pero también puede ser considerada como un conflicto motivado por la expansión imperialista. Esta dualidad ilustra cómo los mismos hechos pueden dar lugar a narrativas divergentes según la perspectiva de quien los analice.

Algo similar a lo anterior ocurre acá en Chile frente a temas tan controversiales como el 11 de septiembre de 1973, donde algunos lo ven como un Golpe de Estado maquinado por los militares para derrocar al gobierno de Salvador Allende, pero otros lo ven como la acción necesaria por parte de las Fuerzas Armadas para salvar a Chile de una ineptocracia que tenía al país en las ruinas. Todas estas posturas antes nombradas son perfectamente válidas, y depende de cada quien si toma partido por una o por otra. 

El debate político está lleno de subjetividades

En política, este fenómeno es aún más evidente. Los partidos políticos y las ideologías compiten en la arena pública, presentando argumentos y visiones de la realidad que, aunque estén basados en datos objetivos, son interpretados de maneras diferentes por cada persona. Por ejemplo, la economía puede ser medida objetivamente a través de cifras como el crecimiento del PIB o la tasa de desempleo, pero la interpretación de estos datos varía según la perspectiva política. Un partido puede atribuir el éxito económico a su política fiscal, mientras que otro puede acusarlo de crear desigualdad.

La subjetividad también se extiende a la narrativa histórica. La historia es escrita por seres humanos que seleccionan los eventos y las figuras que ellos consideran relevantes y dignos de ser recordados. Estas elecciones editoriales pueden estar influenciadas por sesgos culturales, políticos o personales. Por lo tanto, la historia que se nos presenta no es una representación objetiva y completa de la realidad, sino una construcción subjetiva de la misma, que está redactada por personas con ideologías muchas veces bien determinadas.

La subjetividad no tiene que ser vista siempre como un obstáculo 

La subjetividad en política y en historia no es necesariamente un obstáculo para la comprensión y el avance del conocimiento. Por el contrario, la diversidad de perspectivas enriquece el debate y permite una comprensión más completa de los acontecimientos y los temas políticos. Reconocer que nadie es dueño absoluto de la verdad en estos campos nos invita a ser humildes en nuestras opiniones y a estar dispuestos a considerar puntos de vista diferentes. Es importante considerar este punto, ya que en la actualidad no todos incurren en admitir esta condición dentro del debate coyuntural o de la discusión retrospectiva. 

Es de esta forma como en política y en historia, los hechos objetivos son la base sobre la cual se construye el conocimiento, pero las interpretaciones de esos hechos son inherentemente subjetivas y dependen de la perspectiva individual. Nadie puede reclamar la verdad absoluta en estos ámbitos, y esta noción nos recuerda la importancia de mantener un espíritu crítico y estar abiertos al diálogo y al debate. En última instancia, es esta diversidad de perspectivas la que enriquece nuestro entendimiento de la compleja trama de la política y la historia.

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