El torneo de Francia 1938 debe haber sido una de las Copas Mundiales más épicas que se ha disputado. Como nunca antes -y nunca después- el campeonato futbolístico más importante del globo estuvo profundamente marcado por la coyuntura política por la que atravesaba la Europa por esos días.
Originalmente el torneo iba a ser de dieciséis países, sin embargo la ocupación de Austria por parte de la Alemania Nazi obligó a hacerlo con quince selecciones, siendo doce de ellas europeas. El evento se disputó con la modalidad de eliminación directa, partiendo desde los octavos de final.
Alemania no lo podía creer. |
En el primer partido de Francia 38 se topaban la Alemania Nazi contra la débil selección de Suiza, en el histórico estadio Parque de los Príncipes. La previa anticipaba una victoria fácil para los espigados atletas germanos, que llegaban a este torneo como uno de los grandes favoritos. El entrenador teutón Sepp Herberger sumó a última hora a la nómina a nueve futbolistas austríacos, los cuales se vieron forzados a jugar por Alemania.
Como era de esperarse, Alemania se puso tempranamente arriba en el marcador, con gol de Josef Gauchel. Sin embargo, la conmoción se adueñó del estadio cuando André Abbeglen puso la paridad para los suizos, lo cual forzó a una prórroga. Durante el tiempo complementario, ambos equipos no se hicieron daño, y fue necesario un partido de desempate.
El match crucial entre Suiza y Alemania ocurrió cinco días después. El técnico helvético Karl Rappan sorprendió a todos con una formación ultradefensiva, lo cual terminó por anular gran parte de las pretensiones ofensivas de los germanos. Los suizos se impusieron por 4-2, eliminando a la poderosa Alemania Nazi, y avanzando así a cuartos de final. André Abbeglen volvió a ser el héroe de la jornada, con dos anotaciones.
Uno de los datos insólitos es que durante el segundo tiempo, y ante la impotencia de ir perdiendo contra un equipo de nivel teóricamente muy inferior, los jugadores alemanes se descontrolaron. Hubo un festival de patadas, y el duelo terminó siendo casi una batalla campal. Lo más insólito del encuentro, fue que pese a ser un partido en extremo friccionado, no hubo tarjetas para ninguno de los dos equipos.
Cuenta la historia que ese jueves 9 de junio de 1938, Adolf Hitler estuvo toda la tarde pegado a su radio escuchando el partido. Una vez finalizado el duelo, y sellada la eliminación de la Alemania Nazi de dicho torneo, el carismático Führer explotó en cólera y agarró a patadas un mueble. Esa rabia de Hitler sería el triste preludio de la desgracia que comenzaría a azotar al orbe unos meses más tarde: la Segunda Guerra Mundial.
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