Militares en Washington. |
Si bien la revolución terrorista de ultraizquierda en Chile tiene muchas similitudes con el levantamiento anarquista en Estados Unidos, también hay ciertas divergencias que son más que evidentes. Y es justamente al hacer mención a esas disparidades es cuando a uno le da una sana envidia por el nivel de autoridades que tienen en la potencia norteamericana, frente a los esperpentos que poseemos nuestro país.
Mientras acá en Chile solamente la derecha y la centroderecha criticaban los ataques incendiarios de pirómanos psicópatas durante el Estallido Antisocial, en Estados Unidos el reproche a la escalada delictual fue transversal a demócratas y republicanos. Allá jamás se verían orangutanes de la calaña de Hugo Gutiérrez o Camila Vallejo usando su cargo de parlamentario para defender a los terroristas que ejercían la violencia y destruían los bienes públicos y la propiedad privada.
Otra enorme desemejanza fue que allá el presidente Donald Trump no dudó ni un día en tratar a los ataques como atentados terroristas, y a sus autores como organización de carácter terrorista. En cambio acá en Chile los políticos cobardes y timoratos al parecer no conocen la palabra terrorismo, o simplemente les da miedo de pronunciarla.
Las enseñanzas que nos deja esta potencia mundial golpeada por la reciente revolución son muchas. Allá nadie osaría en poner el grito en el cielo al ver al Ejército y las Fuerzas Armadas protegiendo los monumentos a sus héroes nacionales. Muestra de ello fue la impresionante puesta en escena de decenas de militares armados custodiando el mausoleo de Abraham Lincoln en Washington DC. Por contrapartida, en nuestro país pudimos presenciar cuando por más de cinco meses los orcos comunistas trepaban y estropeaban la estatua al General Baquedano en el centro de Santiago, y peor aún: las bestias incluso usaban la escultura como si fuese una letrina cualquiera.
Las diferencias son muchas, y frente a ellas no nos queda más que recapacitar, y entender que en Chile jamás dejaremos de ser un país en vías de desarrollo si ni siquiera somos capaces de proteger los monumentos a nuestros próceres nacionales, los cuales durante los últimos meses han sufrido horribles vejámenes por parte de hordas furibundas de gente que sólo añora destruirlo todo y sembrar el caos. Chile es un hermoso país, pero lamentablemente aún nos queda mucho por aprender.
2 comentarios:
Toda la razón
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