En medio de toda la contingencia a causa del Coronavirus y antes por el terrorismo de ultraizquierda, ha pasado totalmente desapercibido un detalle que a estas alturas ya es impresentable: la desastrosa Reforma Tributaria promulgada durante el gobierno de Michelle Bachelet sigue plenamente vigente. De hecho, la administración de Sebastián Piñera no ha logrado ni siquiera cambiarle una coma, debido a tener una abrumadora minoría en el Congreso.
Bachelet y su mundo paralelo. |
Si bien el impacto de la crisis por el Coronavirus y de la Revolución Terrorista ha sido brutal para la Economía Chilena, también no es menos cierto que el despegue económico que prometió Piñera en su campaña nunca llegó, y eso se debe básicamente al hecho de seguir con la misma Reforma Tributaria restrictiva y anquilosante que ya venía desde el 2015. No descarto que Sebastián Piñera haya tenido buenas intenciones para su período, pero tanto él como sus asesores deben entender que mientras siga vigente la Reforma Tributaria de Bachelet, en el fondo estaremos hablando de un gobierno distinto pero con las mismas (y nefastas) reglas del juego que en el mandato anterior.
La Reforma Tributaria de Michelle Bachelet significó un "impuestazo" a las empresas, que es justamente todo lo contrario a lo que en los últimos años han hecho potencias mundiales como Estados Unidos o Japón. Este aumento irracional (y progresivo) de los impuestos se tradujo en una baja sostenida del crecimiento económico -y además contrario a lo esperado por la izquierda chilena- también cayó la recaudación pública: el 2015 se percibió US$10.826 millones y el 2016 fueron US$10.734, es decir US$92 millones menos. A los socialistas se les advirtió en todos los tonos que al bajar la producción total por un incremento tributario, eso se iba a traducir también en menos recaudación, pero en medio de su tozudez fueron incapaces de escuchar.
Lo peor de todo es que el gobierno del presidente Piñera ya no cambió esa horripilante Reforma Tributaria que tiene a la Economía atada de manos y pies. Lo intentó, pero no pudo... y ya cero posibilidades que lo vuelva a intentar. Sólo queda encomendarse a que el próximo gobierno sea de derecha y tenga más carácter, y que sí cuente con una mayoría parlamentaria, para así poder borrar de raíz al principal lastre que ha tenido nuestra Macroeconomía (aparte de las crisis sanitaria y vandálica de los últimos seis meses).
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