Siempre se ha debatido respecto a
cuál ha sido el lagarto prehistórico más colosal que ha existido. Si bien
algunos fueron enormes, ninguno superó en tamaño al imponente “Saurio Terremoto”
Existieron
hace millones de años, pero aún siguen generando un intenso debate dentro de la
comunidad científica mundial. Los misterios que guardaban dinosaurios parecen
ser un objeto de culto, una especie de “santo
grial” para arqueólogos y paleontólogos, los cuales concentran buena parte
de sus esfuerzos en descifrar uno de los períodos más prolíficos que tuvo la
vida en nuestro planeta: la Era Mesozoica.
Uno de los
temas que más estudios ha generado ha sido el porte de estos reptiles gigantes,
y sobre todo una pregunta esencial: ¿cuál fue el más grande de todos? Hasta
ahora, se sabe que la familia que físicamente era más corpulenta eran los
saurópodos, es decir enormes y pesados dinosaurios que caminaban en cuatro
patas, provistos de un cuello y una cola muy largos, y que eran de
comportamiento herbívoro. Y dentro de ellos, se puede nombrar a varios que
fueron verdaderos titanes: Brontosaurio, Diplodocus, Supersaurio, Argentinosaurio,
Braquiosaurio, y sobre todo el monumental Seismosaurio, el que pudo haber sido más grande de todos.
Seismosaurio: ¿42 o 35 metros? |
El
Seismosaurio (Seismosaurus
hallorum) era un verdadero gigante, cuyo
nombre significaba “reptil terremoto”, en
alusión cómo debe de haber sido el
impacto que se producía a causa de los pasos de esta tremenda criatura
de 80
toneladas de peso, 30 metros de alto y 42 metros de largo. Sin embargo,
otras versiones hablan de que esta criatura midió en realidad entre 35 y
36 metros, y no era más que una clase de Diplodocus llamado Diplodocus Hallorum.
Este animal (de naturaleza incierta) vivió
hace unos 148 millones de años, durante el Jurásico Superior. Dentro de sus
características principales están que su cuello y su cola eran
desproporcionadamente largos en relación al resto de su cuerpo, y se cree que
su principal arma de defensa para hacer frente a los predadores eran justamente
sus coletazos, los cuales deben de haber actuado como un letal golpe de látigo.
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