Este dinosaurio, que vivió a comienzos del Cretácico, se caracterizaba por su enorme velocidad y rapidez de movimientos, lo cual lo hacían ser uno de los animales más temidos de la prehistoria
Gracias a la saga de Jurassic Park, el Velociraptor pasó a
ser uno de los dinosaurios más conocidos por la gente. Sin embargo, durante esa
lejana época existió otro animal que en verdad se le parecía mucho, pero con la
salvedad de ser por lo menos el doble de grande y feroz: el Utahraptor, o
“ladrón de Utah”.
Hasta ahora se han encontrado muy pocas osamentas de este
eximio cazador, las cuales fueron halladas en Utah (EEUU), de ahí su nombre. Sin
embargo, la ciencia ha logrado dilucidar algunos de los temibles secretos que
acompañaron a uno de los dinosaurios más salvajes que pisaron el planeta.
Dentro de lo que se sabe, el Utahraptor fue el más corpulento y voraz de los
dromeosáuridos, que era una familia de lagartos cuya mayor especialidad era
correr como una gacela detrás de su víctima para abalanzarse sobre ella y
matarla al instante. Sólo por hacer una comparación, el Velociraptor medía casi
dos metros de largo, mientras que el Utahraptor llegaba a los cuatro de alto y
más de ocho de largo.
Utahraptor, un gran cazador |
Sin dudas que debe de haber sido impresionante ver a una
bestia de esas dimensiones alcanzar grandes velocidades y tirarse con todo para
degollar a otros dinosaurios. Era tal el nivel destructivo del Utahraptor -debido
primero a sus características particulares pero también al hecho de que cazaba
en grupos- que los expertos sugieren la posibilidad de que más de alguna
especie quedó en jaque sólo por la brutal acción de este predador que azoló el
mundo hace unos 125 millones de años, a comienzos del Cretácico.
Algunas de las características que habrían hecho del
Utahraptor un dinosaurio en verdad temido fueron su velocidad, su bravura, pero
además su inteligencia. Bien sabido es que casi todos los dinosaurios fueron
criaturas realmente torpes para pensar, y que les costaba mucho reaccionar ante
situaciones al límite, sin embargo este animal tenía un cerebro ostensiblemente
más grande que la gran mayoría de los reptiles prehistóricos, lo cual se suma
al que enfocaba todo su instinto voraz solamente en un fin: dar presa a otros
dinosaurios. Aparte de esto, sus otras grandes armas eran sus dientes, afilados
como cuchillos, y también las largas uñas de sus patas traseras y delanteras,
con las que se cree que desgarraba la carne de su oponente al caer sobre él.
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