lunes, 16 de junio de 2025

Organizar los JJOO 2036 sí es posible

Chile sueña en grande: la postulación a los Juegos Olímpicos 2036 y la oportunidad histórica de transformar su infraestructura deportiva.


Durante el año pasado, en el marco de la Cuenta Pública 2024 entregada por el Presidente Gabriel Boric se anunció la intención de postular a Chile como sede de los Juegos Olímpicos de 2036. Si bien muchas veces acá en mi blog he criticado abiertamente a Boric, creo que en este punto tiene razón, y vale la pena jugársela al menos para intentarlo.

Se trata de una propuesta que, si bien puede sonar utópica y alocada a primera vista, también representa una oportunidad única para repensar el desarrollo urbano, deportivo y simbólico del país. Pero más allá del discurso, lo cierto es que Chile no cuenta hoy con la infraestructura necesaria para aspirar seriamente a organizar una cita planetaria como los JJ.OO. Y el primer gran obstáculo está a la vista: no tenemos un estadio olímpico.


El Estadio Nacional: corazón histórico, pero insuficiente

Estadio Nacional.
El Parque Estadio Nacional es el centro natural de cualquier sueño olímpico en Chile. Sin embargo, su actual capacidad —apenas 48 mil butacas— está muy por debajo del mínimo exigido por el Comité Olímpico Internacional (COI), que ronda las 60 a 80 mil personas. A eso se suma su condición de Monumento Histórico desde 2003, lo que impide demolerlo o modificarlo drásticamente.

Pero una reforma respetuosa es posible y necesaria, al menos para volverle al Estadio Nacional el sitial de honor como uno de los principales colosos de Sudamérica. Acá lo que propongo es hundir la cancha, eliminar la pista atlética, acercar las tribunas y construir un anillo superior, lo que permitiría aumentar su aforo a 60 o incluso 63 mil espectadores sin alterar su silueta patrimonial. Esta remodelación podría coexistir con un recinto de atletismo autónomo en la vecina Pista Mario Recordón, completando así un “campus olímpico” de primer nivel: el mejor del subcontinente.

Esta ampliación del Estadio Nacional no le permitiría ser estadio olímpico de atletismo, porque ya no tendría su pista atlética, aunque sí contaría con la capacidad adecuada para volver a ser uno de los principales colosos del cono sur. Sin embargo, esta transformación sería muy útil porque le permitiría recuperar el sitial de honor que nunca debió de haber perdido, como uno de los recintos históricos más grandes de Sudamérica. Hoy por hoy, es casi vergonzoso que un reducto con toda la historia y simbolismo que posee nuestro viejo y querido Estadio Nacional sólo posea un aforo de apenas 48 mil personas.

Dicha ampliación y modernización, pero manteniendo su fachada externa, sólo sería parte de un plan aún más ambicioso, pero por el cual vale la pena jugársela: una posterior postulación ante la Unesco para que el Estadio Nacional de Santiago pueda ser considerado como Patrimonio de la Humanidad, Historia para ello tiene de sobra, tanto deportiva como musical, política e incluso religiosa. Hay que decirlo: en todo el mundo son muy pocos los estadios que tienen tanta historia como nuestro Estadio Nacional, y al parecer los chilenos somos los únicos que no nos damos cuenta de ello.


La pieza que falta: un nuevo estadio olímpico en Santiago

Aun con un Estadio Nacional modernizado y "agrandado", Chile necesita un estadio que cumpla plenamente con los estándares del COI, incluido espacio para una pista atlética y una capacidad superior a los 65 mil espectadores. Y ahí es donde surge una propuesta estratégica, tan llamativa como visionaria a la vez: construir un nuevo estadio olímpico a través de una asociación público-privada entre el Estado y el club Universidad de Chile. Que sea el Estado el que ayude a la "U" a conseguir un terreno para construir un estadio, pero que sea una empresa externa la que lo construya a cambio de los derechos por el nombre del recinto.

La “U”, uno de los equipos más populares del país, lleva más de 80 años soñando con tener un estadio propio. Pero ha enfrentado más trabas políticas y administrativas que ningún otro club del mundo. El elenco del chuncho padecido de toda la severidad de una permisología brutal y nefasta, probablemente la peor del orbe.

Acá, la consigna es bastante clara: lo que pretendo es que se pueda construir un estadio que sirva tanto a los JJ.OO. como al club azul, lo cual no sólo resolvería dos problemas estructurales, sino que también representaría un acto de justicia deportiva con una institución a la que el Estado de Chile lleva por lo menos 50 años prohibiéndole construir su propio recinto deportivo.


¿Dónde y cómo construirlo?

Existen dos terrenos urbanos disponibles que podrían acoger este nuevo coloso: el Parque O’Higgins, que quedaría libre tras la futura reubicación de Fantasilandia en San Bernardo, y el Parque Bicentenario de Cerrillos, un espacio con conectividad y potencial. Ambos cuentan con condiciones logísticas ideales y están dentro del radio urbano de Santiago. Lo otro sería buscar lugares en sectores más alejados y periféricos, como Lampa, Melipilla o Til Til.

Dado que ni la Universidad de Chile ni el Estado tienen los recursos para financiar un proyecto de tal envergadura, mi propuesta acá es un modelo de colaboración público-privada mediante “naming rights”: una gran empresa multinacional financiaría el estadio a cambio de ponerle su nombre. Este mecanismo es común en Europa y EE.UU., y permitiría levantar una obra de interés nacional sin gasto fiscal directo, sino que sea una compañía privada la que haga el reducto, tal como ya se ha hecho en varios otros países.

Además, la idea es que el estadio pueda contar con el espacio físico para instalar ahí una pista atlética desmontable, que sea colocada exclusivamente para los Juegos y retirada después, lo que resolvería el tema técnico sin afectar la funcionalidad futbolística posterior.


Seguridad pública: una excusa injusta

Uno de los argumentos más utilizados para bloquear proyectos como el estadio de la “U” es la seguridad pública. Sin embargo, la delincuencia no se combate prohibiendo estadios, sino con un sistema judicial eficiente, leyes robustas y autoridades que hagan su trabajo. Culpar al fútbol por el descontrol y mal desempeño de otros sectores del Estado es no sólo injusto, sino también miope. Un estadio moderno, con estándares de seguridad internacional, ayuda más al orden que la inacción y la postergación constante.


Más que un evento: un proyecto país

Los Juegos Olímpicos no duran tres semanas. Su legado puede marcar generaciones. Son la excusa perfecta para rediseñar nuestras ciudades, fortalecer el transporte público, descentralizar la infraestructura, atraer inversión y proyectar a Chile al mundo.

Otras ciudades como Valparaíso, Concepción, Temuco o La Serena también podrían ser parte del proyecto olímpico, integrándose a través de una planificación nacional que deje huella más allá del deporte.


El momento es ahora, no en diez años más

Postular a los JJ.OO. 2036 no debe quedarse como un simple anuncio presidencial de un Gobierno mediocre. Debe una tarea de Estado, que requiere voluntad política de todos los sectores, visión estratégica, y una ciudadanía dispuesta a soñar en grande. La modernización del Estadio Nacional es perfectamente factible, pero esa sólo debe ser la primera parte. La construcción de un nuevo estadio olímpico también es crucial. Y vincularlo al histórico anhelo del pueblo azul no solo es inteligente y pragmático: es profundamente justo con una institución que el Estado chileno ha pasado a llevar por durante décadas.

Chile tiene la oportunidad de dejar de ser el país que siempre llega tarde o se baja del bus. La historia nos mira. El futuro espera. ¿Nos atreveremos esta vez o seguiremos viendo cómo otros hacen lo que nosotros apenas podemos soñar?

domingo, 15 de junio de 2025

Una visión olímpica para Chile: La columna vertebral de la candidatura a los JJ.OO. 2036

Mi propuesta es simple pero ingeniosa, y requiere de voluntad política de las autoridades, y también de inversión por parte de los privados.


Estadio Nacional.
La historia se construye con audacia y determinación, pero también con fundamentos sólidos. Hoy, Chile enfrenta un desafío y una oportunidad histórica: postularse como sede de los Juegos Olímpicos de 2036. Llámenme idealista o utópico, pero yo creo que sí es posible lograrla. Se trata de una tarea titánica que no puede abordarse con improvisación ni con discursos vacíos. Se requiere visión estratégica, capacidad técnica, planificación urbana de largo plazo y, sobre todo, decisiones valientes. En este contexto, el Estadio Nacional y el Parque Estadio Nacional se alzan como los protagonistas naturales de esta ambición, pero también hay que apuntar a construir un nuevo gran estadio, que compla con los parámetros que exige el Comité Olímpico Internacional (COI).

La necesidad de un mejor Estadio Nacional: modernizar sin destruir

Chile carece hoy de un estadio que cumpla con los estándares del Comité Olímpico Internacional (COI), los cuales exigen un aforo mínimo de 60.000 espectadores sentados, accesibilidad, seguridad, servicios complementarios y funcionalidad multipropósito. El Estadio Nacional, con sus actuales 48.000 butacas y una pista atlética permanente que limita la cercanía al campo de juego, simplemente no alcanza.

Demolerlo o levantar un recinto completamente nuevo es imposible, por su cualidad de ser un edificio patrimonial. El Estadio Nacional es un Monumento Histórico desde 2003. Es símbolo del fútbol chileno, pero también de la memoria colectiva nacional. Por eso, la única respuesta responsable es una modernización audaz pero respetuosa: hundir la cancha, eliminar la pista, acercar las tribunas, levantar un anillo superior, y aumentar su capacidad a 60.000 o incluso 63.000 espectadores sin modificar su silueta externa ni sus elementos patrimoniales clave. Esto permitiría elevar su aforo a un nivel proporcional a toda la importancia histórica y cultural que posee como recinto deportivo.

Este rediseño debe ir acompañado de la reubicación de la pista atlética en la “Pista Mario Recordón”, ubicada dentro del mismo Parque Estadio Nacional. Allí, la infraestructura ya existe y permitiría levantar un estadio de atletismo autónomo, con capacidad para 15.000 a 20.000 personas, sin generar duplicidad ni gasto excesivo. Esta coexistencia armónica entre disciplinas deportivas elevaría al parque completo al estándar de “campus olímpico”, tal como lo exige el COI. Pero con eso, aún nos faltaría lo más importante: un estadio más grande, con pista atlética y capacidad para más de 60 mil personas. Aunque este punto en particular lo relataré más adelante.

La legalidad no es el obstáculo: es el marco

Algunos críticos sostienen que la Ley 17.288 sobre Monumentos Nacionales haría inviable una reforma de este tipo en el Estadio Nacional. Falso. La ley no impide las transformaciones, siempre que estas sean justificadas, supervisadas, y respeten el carácter patrimonial de los inmuebles. Intervenir un Monumento Histórico no sólo es posible, sino necesario cuando se trata de actualizarlo sin borrar su historia. Se puede avanzar con un proyecto técnicamente riguroso, acompañado de un Estudio de Impacto Patrimonial (EIP), con respaldo institucional y con una visión integral del parque como espacio histórico y funcional.

De hecho, este podría ser el segundo estadio del mundo declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y sede de unos Juegos Olímpicos, después del Estadio Olímpico Universitario de México. Ese estatus no es contradictorio: es complementario. Porque un país no crece negando su pasado, sino transformándolo en un cimiento vivo.

Santiago necesita un coliseo olímpico más grande y moderno… y la “U” necesita su estadio

La modernización del Estadio Nacional no excluye otras alternativas. De hecho, ambas son complementarias para soñar con ser la sede de los JJOO 2036. En paralelo a la ampliación del Estadio Nacional, se debe analizar una opción que puede solucionar dos problemas estructurales de una vez: construir un nuevo estadio olímpico en Santiago, que cumpla los requisitos del COI y que, tras el evento, se transforme en el estadio definitivo para la Universidad de Chile, un club que lleva casi un siglo buscando tener su tan ansiado coliseo propio. Acá me refiero a un coloso que cuente con capacidad para más de 60 mil personas, pero que además tenga el espacio físico para instalar una pista atlética desmontable de la más moderna tecnología y con todos los estándares que exigen las altas competencias de atletismo.

Este proyecto debería levantarse en terrenos urbanos ya consolidados, como el Parque O’Higgins —liberado tras la reubicación de Fantasilandia— o Cerrillos, donde existe espacio, conectividad y potencial. Este estadio podría ser financiado por una gran compañía multinacional bajo un modelo público-privado con “naming rights”, una figura ampliamente usada en Europa y EE.UU., donde una empresa financia el recinto a cambio del nombre comercial. El Estado no asume la carga fiscal, y el club azul recibe finalmente el estadio que su historia merece.

Es hora de que el Estado chileno deje de temerle al fútbol. El prejuicio antideportivo ha sido un cáncer en la política urbana nacional. La delincuencia no se combate prohibiendo estadios: se combate con un sistema judicial que funcione. Mientras tanto, los hinchas —especialmente los de la “U”— siguen pagando las consecuencias de decisiones erráticas, temerosas o francamente discriminatorias.

Un proyecto país, no sólo un evento deportivo

Los Juegos Olímpicos no son un espectáculo de tres semanas. Son una oportunidad para rediseñar nuestras ciudades, para construir una red de transporte eficiente, para descentralizar infraestructura, para reactivar la economía con inversión en obra pública y turismo. Al fin y al cabo, sirven para hacer conocido al país. Santiago no puede ni debe cargar sólo con esta tarea. Otras ciudades —como Valparaíso, Viña del Mar, Concepción, Temuco y La Serena— deben asumir parte de las competencias, con recintos que también se actualicen y articulen dentro de una planificación nacional.

Soñar sin miedo, y con grandeza

Chile puede —y debe— pensar en grande. No como un ejercicio de ego patrio, sino como una apuesta por un país más moderno, inclusivo y respetuoso de su historia. La modernización del Estadio Nacional es perfectamente compatible con su valor simbólico, y no es tan costosa desde el punto de vista monetario. La construcción de un nuevo estadio olímpico es viable técnica y financieramente. Y la fusión público-privada de ambos desafíos con el sueño del club Universidad de Chile es un acto de justicia deportiva y urbana a un club que el Estado le ha puesto trabas para cumplir su sueño por más de 50 años.

La postulación a los Juegos Olímpicos de 2036 no puede ser sólo un discurso presidencial. Debe ser un compromiso de Estado, con visión de futuro y voluntad política real. No hay modernización posible sin coraje. No hay Juegos Olímpicos sin infraestructura de nivel mundial. Y no hay historia sin proyectos que inspiren.

La oportunidad está ahí. La historia nos mira. ¿Tendremos la altura para dar el salto o seguiremos siendo un país mediocre que ya no sueña en grande?

Mi propuesta para "ampliar" el Estadio Nacional y transformarlo en un coliseo de primer nivel

  • Me gustaría mucho una nueva era para el histórico coloso ñuñoino: modernización con respeto patrimonial, visión de futuro y fundamentos legales.
  • Mi propuesta consiste en una ampliación sin alterar su estructura externa, para que pueda albergar a más de 60 mil personas sentadas.


Estadio Nacional.
En pleno corazón de la comuna de Ñuñoa, se emplaza el Parque Estadio Nacional de Chile. Un recinto con toda esa historia no merece menos que actualizarse, pero manteniendo sus cualidades de edificio patrimonial. Acá relato mi propuesta para que el coloso pueda dar el tan ansiado salto definitivo hacia el siglo XXI.

En medio de debates que siempre se han dado respecto al mítico Estadio Nacional, sobre modernización, memoria histórica y futuro deportivo, relato acá una propuesta que conjuga ambición, respeto y viabilidad: transformar el coliseo central en un estadio de fútbol de primer nivel, con mayor capacidad y cercanía al público, y trasladar la pista atlética a un recinto propio dentro del parque, sin sacrificar su esencia histórica ni su valor simbólico.

Este tipo de intervención, sin embargo, no es sólo una cuestión de diseño o de financiamiento. El Estadio Nacional desde 2003 es un Monumento Histórico, y por tanto está sujeto a la estricta legislación chilena sobre patrimonio. Para que este proyecto avance, debería superar tanto los desafíos técnicos como las exigencias legales que impone la Ley 17.288 sobre Monumentos Nacionales.

Mi propuesta: un estadio moderno, sin pista, y un nuevo recinto atlético dentro del parque

La idea que acá entrego consiste en eliminar la pista atlética del coliseo principal, hundir la cancha para generar una mayor inclinación y cercanía de las gradas, y construir nuevas tribunas perimetrales en el espacio ganado. Este rediseño permitiría ampliar la capacidad del Estadio Nacional desde sus actuales 48 mil espectadores hasta cerca de 60 o incluso 63 mil personas sentadas, cumpliendo estándares FIFA y CONMEBOL para poder organizar en él importantes torneos de carácter continental.

Paralelamente, acá planteo construir un nuevo estadio de atletismo en la pista lateral del parque, específicamente en la “Pista Mario Recordón”, ubicada al suroeste del recinto principal y que está siendo subutilizada. Esta zona ya cuenta con superficie reglamentaria, iluminación y zonas de entrenamiento, por lo que su transformación en un estadio de atletismo autónomo con capacidad para 15.000 a 20.000 espectadores sería completamente viable, técnica y urbanísticamente.

El marco legal: ¿se puede intervenir un Monumento Histórico?

Aquí es donde la propuesta encuentra su prueba más exigente. En Chile, la Ley 17.288 establece que cualquier intervención sobre un Monumento Nacional, especialmente si es un Monumento Histórico (como es el caso del Estadio Nacional), debe contar con autorización previa del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). Esta autorización no es automática ni simbólica: implica un proceso riguroso de evaluación técnica, patrimonial y de impacto.

Algunos puntos clave de la legislación:

  • Artículo 12°: toda obra de restauración, ampliación, remodelación o intervención de un Monumento Nacional requiere el permiso expreso del CMN (Consejo de Monumentos Nacionales).
  • Artículo 30°: cualquier infracción a estas disposiciones puede generar sanciones, paralización de obras e incluso acciones judiciales.
  • El CMN puede rechazar intervenciones que alteren la integridad arquitectónica o el carácter histórico del inmueble protegido.

Dicho esto, la ley no prohíbe las transformaciones, siempre que estas estén justificadas y se desarrollen dentro de una estrategia de conservación activa. De hecho, muchos monumentos históricos han sido adaptados a nuevos usos o reconfigurados respetando su valor esencial.

En este caso, eliminando la pista atlética, hundiendo el campo de juego y construyendo nuevas tribunas, no se alteraría la volumetría externa ni la silueta icónica del Estadio Nacional. Además, el diseño podría preservar elementos claves de valor patrimonial, como el ingreso principal, las columnas perimetrales, el sector de sitios de memoria y la morfología general del óvalo.

La clave está en presentar un proyecto respaldado por:

  • Un Estudio de Impacto Patrimonial (EIP) riguroso.
  • Una propuesta que ponga en valor otros elementos patrimoniales del parque.
  • Una visión integrada del Estadio como espacio histórico, pero también como infraestructura viva y funcional.


El Parque Estadio Nacional como campus olímpico del siglo XXI

La transformación también potenciaría al Parque Estadio Nacional como un verdadero campus deportivo integral. Con 62 hectáreas, ya es el recinto más completo de Sudamérica: concentra gimnasios, piscinas, pistas, velódromo, centros de alto rendimiento (CAR y CEFF), canchas de hockey, tenis, rugby y más.

La construcción de un nuevo estadio atlético dentro del parque permitiría que las disciplinas convivan sin superponerse, respetando las exigencias de cada deporte y permitiendo una mejor programación de eventos. Esto evitaría el clásico conflicto entre el uso futbolístico y atlético del coliseo central, que ha afectado a diversos estadios sudamericanos con pista.

Un candidato a Patrimonio de la Humanidad

Pero el valor del Estadio Nacional va más allá del deporte. Este recinto es un símbolo de la historia política, social y cultural de Chile.

  • Fue sede de la Copa Mundial de Fútbol de 1962, cuando el país se reconstruía tras el terremoto de 1960 y sorprendía al mundo con un cuarto lugar histórico.
  • Albergó eventos multitudinarios, como la visita del Papa Juan Pablo II en 1987, en plena época del gobierno militar.
  • Se convirtió en campo de detención de prisioneros tras el pronunciamiento militar de 1973, y hoy alberga uno de los más importantes sitios de memoria del país. 
  • Y ha sido también escenario de la cultura global, con conciertos inolvidables de artistas tan importantes como Michael Jackson, Paul McCartney, The Rolling Stones, U2, Roger Waters, The Police, Guns N’ Roses, Iron Maiden, The Cure y Rush, entre muchos otros.

Por todo esto, es razonable plantear que el Estadio Nacional, en conjunto con su parque y su historia, podría ser postulado a la categoría de Patrimonio de la Humanidad ante la UNESCO. Su carácter multifuncional, su papel en la memoria chilena y su relevancia como espacio de encuentro lo convierten en un candidato legítimo.


Una propuesta integral para actualizar el estadio y transformarlo en un ícono a nivel mundial 

La propuesta de modernizar el Estadio Nacional, trasladando su pista atlética a un nuevo recinto dentro del mismo parque, no es una amenaza para su patrimonio: es una oportunidad para revitalizarlo.

Cumpliendo con la legislación vigente, respaldando cada decisión con estudios técnicos y patrimoniales serios, y entendiendo el Estadio como parte de una historia en movimiento, Chile puede tener un estadio a la altura del siglo XXI sin renunciar al pasado: un estadio con una capacidad mucho mayor, acorde a la importancia que se le quiere otorgar al recinto más histórico del país, y uno de los más emblemáticos del mundo.

¿Se imaginan que el Estadio Nacional pudiese ser Patrimonio de la Humanidad? Hasta ahora, sólo existe un estadio en el mundo que ostenta tal consideración: el Estadio Olímpico Universitario de México.

Es hora de pensar en grande, con respeto, pero sin miedo. El Estadio Nacional puede volver a ser el corazón del país, moderno, abierto al mundo y orgulloso de su historia. La ley no lo impide. La historia lo exige.

Nuevo tropiezo azul: la U cae ante Coquimbo y se aleja de la cima del torneo

Universidad de Chile no fue capaz de vencer a la escuadra autinegra, y terminó perdiendo por 1-0 en el Estadio Francisco Sánchez Rumoroso.


Universidad de Chile volvió a tropezar en el torneo local y comienza a mirar con preocupación el devenir de una campaña que, si bien tuvo un prometedor arranque, hoy muestra grietas evidentes. Esta vez fue Coquimbo Unido el que aprovechó las evidentes licencias del Romántico Viajero, imponiéndose por 1-0 en el Estadio Francisco Sánchez Rumoroso, en duelo correspondiente a la fecha 14 del Campeonato Nacional. Con este resultado, los aurinegros se consolidan como líderes del certamen, mientras que la U suma su cuarta derrota y cae al quinto lugar.

Comienzo auspicioso, pero triste final

"Tucu" Sepúlveda.
El conjunto dirigido por Gustavo Álvarez mostró buenos pasajes en la primera mitad, especialmente en los primeros 30 minutos, donde generó ocasiones claras que bien pudieron cambiar el destino del partido. A los 9 minutos, un remate del centrodelantero Lucas Di Yorio fue despejado desde la línea, y luego el defensa Fabián Hormazábal sacudió el travesaño con un potente disparo. La U dominaba, presionaba y llegaba con cierta claridad, pero sin la contundencia necesaria. De hecho, durante la primera media hora se contabilizaron al menos cuatro tiros directos a la portería del elenco local.

Con el paso de los minutos, el partido se volvió más trabado, impreciso y parejo. Coquimbo, con menos juego pero más oficio, resistió el vendaval azul y supo esperar su momento. Ese llegó en el amanecer del segundo tiempo, cuando el talentoso Matías Palavecino metió un centro preciso que encontró a Manuel Fernández solo en el área chica. El zaguero, sin marcas, cabeceó con categoría y venció a Gabriel Castellón, anotando el único tanto del encuentro y desatando la locura de la hinchada pirata.

El golpe fue duro para la U, que se volcó en ofensiva con más ímpetu que fútbol. Sin embargo, nunca logró recuperar la profundidad del primer tiempo y prácticamente no inquietó al buen arquero Gonzalo Flores en el complemento. Para colmo, a los 84 minutos Maximiliano Guerrero vio la tarjeta roja, sepultando las escasas opciones de una remontada.

El chuncho mira de lejos a los punteros

La derrota deja a Universidad de Chile con 22 puntos, estancada en el quinto lugar y a siete unidades del sorprendente líder Coquimbo Unido. El elenco nortino, dirigido por Fernando Díaz, suma 29 puntos y lidera con dos de ventaja sobre Palestino y tres sobre Audax Italiano, completando una primera rueda de ensueño.

En la próxima jornada, los piratas visitarán a Unión Española, mientras que la U recibirá al colista Deportes Iquique en el Estadio Nacional, con la obligación imperiosa de ganar para no seguir cediendo terreno.

El presente azul ya no es tan auspicioso como hace algunas semanas atrás. La ilusión del título sigue viva, pero comienza a difuminarse en medio de un rendimiento irregular, decisiones apresuradas y una preocupante falta de gol. La U necesita reaccionar. Y rápido.

jueves, 12 de junio de 2025

Un país que resiste: el fin de un paraíso y la dignidad en ruinas.

Ucrania sufre por una guerra injusta, donde su gente trata de aguantar con estoicismo una invasión cobarde, perpetrada por la segunda potencia militar más poderosa del mundo.


Ucrania.
Antes de que los tanques rusos cruzaran la frontera en febrero de 2022, para muchos, Ucrania era más que un simple país europeo; era una imagen que rozaba lo idílico: praderas sin fin que se mecían con el viento, como si la tierra misma respirara; ciudades que aún conservaban el aliento de su pasado imperial y soviético, con impresionantes fachadas barrocas y neoclásicas que parecían haberse detenido en el tiempo; y una cultura rica, profunda, que florecía silenciosamente tras décadas de opresión y supervivencia. En ese paisaje, también había una percepción extendida —aunque superficial— sobre la evidente belleza física de sus mujeres, probablemente las más guapas del orbe.

Esa visión, si bien repetida con admiración, corre el riesgo de reducir a un país entero a postales turísticas y clichés exóticos. Lo cierto es que Ucrania no era un paraíso porque sus campos fueran verdes o sus mujeres atractivas, sino porque, después de siglos de dominación extranjera, hambre provocada, genocidio soviético y fracturas políticas, era un país próspero que estaba intentando construir algo propio. Y eso, en un mundo herido por los imperios, ya es un acto de redención, de orgullo y de rebeldía.

Pero apareció el monstruo de Putin

La cobarde y brutal invasión rusa no sólo destruyó infraestructura o desplazó millones de vidas hacia un exilio lleno de penurias e incertidumbres: arrasó con una idea de futuro. Las bombas no cayeron sobre un terreno abstracto; cayeron sobre escuelas, teatros, iglesias, mercados, hospitales. Los misiles no apuntaron a bases militares únicamente, sino al corazón mismo de la vida civil, cercenando para siempre a familias completas. Y todo eso por el inexplicable capricho odioso y perverso de ese verdadero monstruo llamado Vladimir Putin.

Cada edificio patrimonial reducido a escombros es una página de la historia que se quema. Cada campo minado es una cicatriz sobre la tierra fértil. Cada deceso es un mundo que desaparece. Cada madre que llora la partida de su hijo que murió luchando por defender a su país es un valle de lágrimas que no se aplacará con nada.

Todo lo bueno quedó atrás, pero no por completo

Porque, a pesar de la devastación llena de llanto y tragedia, Ucrania ha demostrado que el verdadero paraíso no estaba en sus bellísimos paisajes ni en los angelicales rostros de sus mujeres más guapas, sino que en la dignidad con la que se ha defendido ante la opresión extranjera de una potencia infinitamente superior. 

La fuerza de Ucrania está en la resistencia de quienes no huyeron. Se mantiene en el coraje de las abuelas que preparan cócteles molotov. Sigue viva en los músicos que tocan en refugios subterráneos para darle una pequeña alegría a aquellos que lo perdieron todo. Subsiste en esos maestros y profesores que dan clases por Zoom desde ciudades sitiadas. Y se eterniza en las mujeres —esas mismas que algunos sólo saben describir como “hermosas”— que combaten en el campo de batalla, que curan a soldados moribundos, que lideran acciones militares, que reconstruyen ciudades y que llenan de esperanza a una nación completa.

El paraíso fue interrumpido, pero no destruido. La belleza, hoy, no está en la postal, sino en la resistencia. Y esa belleza es eterna: nadie podrá bombardearla.

Trump y las mentiras que minan la solidaridad con Ucrania

La estrategia de distorsión tiene una raíz más profunda y preocupante: deslegitimar la causa ucraniana y erosionar el respaldo político de Occidente.


Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, la comunidad internacional ha intentado construir una respuesta unificada basada en los principios del derecho internacional, la solidaridad democrática y el respeto a la soberanía de una nación cobardemente atacada por la segunda potencia militar más poderosa del orbe. Sin embargo, figuras como Donald Trump han buscado sistemáticamente minar ese esfuerzo con afirmaciones falsas, exageradas y peligrosamente desinformadoras.

Con su habitual retórica engañosa, Donald Trump ha afirmado que Estados Unidos ha gastado 350 mil millones de dólares en Ucrania, una cifra que no resiste ningún análisis serio y que, sin embargo, se ha convertido en un mantra entre sus seguidores, muchos de los cuales son casi tan macabros y malintencionados como él mismo.

La cifra real es bastante menor a lo que dice Trump

De acuerdo con documentos oficiales y análisis de instituciones como el Instituto Kiel y el Comité para un Presupuesto Federal Responsable (CRFB), la ayuda militar y humanitaria comprometida por Washington a Ucrania asciende, en el peor de los casos, a 183 mil millones de dólares, y de ellos sólo 140 mil millones se han ejecutado hasta la fecha. Las cifras más realistas ubican el gasto efectivo incluso por debajo de los 120 mil millones, dependiendo del método de cálculo. En cambio, la Unión Europea ha superado a Estados Unidos en apoyo económico y humanitario, con 145 mil millones ya gastados de los 198 mil millones comprometidos.

Trump no sólo exagera las cifras, también distorsiona la naturaleza del apoyo europeo, afirmando que Europa “recuperará el dinero” porque presta en lugar de donar. La realidad es que el 65% de la ayuda europea se ha entregado como donaciones, y no como préstamos. El Presidente estadounidense incluso llegó a decir que Volodimir Zelenski ha admitido que la mitad del dinero "está desaparecido", lo cual es completamente falso. 

Trump miente descaradamente, y lo hace sin asco. Ante esto, el presidente ucraniano declaró que han recibido 76 mil millones en armas, y que no conoce el paradero de los 177 mil millones aprobados en total por el Congreso estadounidense, lo que refleja una legítima preocupación por la lentitud burocrática y no una confesión de corrupción o pérdida. 

Se debe respetar lo establecido en el Memorándum de Budapest

Fuerza a Ucrania.
Esta estrategia de distorsión tiene una raíz más profunda y preocupante: deslegitimar la causa ucraniana y erosionar el respaldo político de Occidente. Recordemos que Ucrania renunció voluntariamente a su arsenal nuclear en 1994, en virtud del emblemático Memorándum de Budapest, un acuerdo firmado por Estados Unidos, Reino Unido y Rusia. A cambio, esos países se comprometieron a garantizar la integridad territorial y soberanía de Ucrania. Rusia violó ese compromiso al invadir Crimea en 2014 y al iniciar la guerra en el Donbass, profundizada brutalmente con la invasión de 2022. Hoy, el cumplimiento moral y político de Occidente con Ucrania no es una opción: es una obligación asumida en aquel pacto histórico.

Minimizar la magnitud de esa responsabilidad, o tergiversar los hechos para fines electorales internos, es una traición a los principios más básicos del orden internacional. Trump parece olvidar que el conflicto en Ucrania no es un asunto de contabilidad doméstica: es una guerra por la defensa del derecho internacional frente al revisionismo autoritario de Moscú y del genocida sanguinario de Vladimir Putin. Y cuando una potencia nuclear como Rusia viola sus compromisos y agrede a una nación soberana, el costo de no actuar —o de restar apoyo por conveniencia política— es mucho más alto que cualquier paquete de ayuda.

Las mentiras de Trump no sólo perjudican a Ucrania; también erosionan la credibilidad de Estados Unidos como garante del orden global. En tiempos en que la democracia está bajo amenaza en muchos rincones del planeta, la solidaridad con Ucrania debe ser firme, transparente y sostenida. La verdad importa. Y más aún cuando la mentira se convierte en el arma política de personajes siniestros.

miércoles, 11 de junio de 2025

Duro golpe en el Nacional: Curicó Unido elimina a Universidad de Chile de la Copa Chile

La escuadra azul igualó 2-2 frente al elenco sureño, pero no le alcanzó ya que había perdido en el encuentro de ida.


Universidad de Chile vivió una noche amarga en Ñuñoa. El actual campeón de la Copa Chile quedó eliminado en los octavos de final tras empatar 2-2 frente a Curicó Unido, pero caer 4-3 en el marcador global. El resultado duele aún más considerando que el rival milita en la Primera B, lo que agudiza las dudas en torno al presente y futuro del equipo dirigido por Gustavo Álvarez.

El chuncho no respondió a su favoritismo

Maximiliano Guerrero.

La U salió con intensidad, sabiendo que tenía que revertir el 2-1 adverso de la ida. Parecía que lo lograba temprano, cuando Javier Altamirano convertía a los 11 minutos, pero el tanto fue anulado por un polémico offside de Maximiliano Guerrero. Una decisión que dejó muchas interrogantes y encendió los ánimos en el Estadio Nacional.

El premio para el Romántico Viajero llegó a los 38’, cuando el defensa Matías Zaldivia aprovechó un balón detenido para abrir la cuenta tras un certero remate de cabeza. Con ese tanto, la serie se igualaba y el pase a cuartos se definía en los penales. Sin embargo, Curicó Unido, lejos de replegarse, salió con otra cara en el segundo tiempo.

En el minuto 46’, Ian Aliaga silenció parcialmente a la siempre incondicional hinchada azul con un sorpresivo empate, y luego Nicolás Martín Fernández aumentó a los 69’, desatando el desconcierto total. La U reaccionó tarde y sólo pudo empatar en el segundo minuto de adición, gracias a una anotación de Lucas Assadi. Pero ya no había tiempo ni margen: la clasificación se escapaba frente a un rival que jugó con inteligencia, orden y coraje.

Obligados a dar vuelta la página

Curicó Unido, que pelea por volver a la Primera División, da el gran golpe del torneo y se instala en cuartos de final con méritos propios. En tanto, Universidad de Chile no sólo pierde la corona que ostentaba, sino también la brújula, en un momento donde el equipo comenzaba a ilusionar con consolidarse en los dos frentes.

El golpe no es sólo deportivo, sino también emocional. La dolorosa eliminación deja un sabor amargo y muchas tareas pendientes para un plantel que, tras este inesperado tropiezo, deberá reenfocarse rápidamente en el Campeonato Nacional si no quiere seguir alejándose de los objetivos mayores.