lunes, 28 de julio de 2025

ENTREVISTA A UN MONSTRUO: LA VERDADERA HISTORIA DEL MINOTAURO, SEGÚN ASTERIÓN

El minotauro.
Pocos lugares tienen una atmósfera tan densa y lúgubre como el sepulcral Laberinto de Creta. El aire es húmedo, la luz escasea y el hedor a carne putrefacta es imposible de ignorar. En ese laberinto, tallado para perder la razón antes que la vida, reside uno de los personajes bestiales más temidos —y también más malinterpretados— de la mitología griega: el Minotauro. O como él prefiere que lo llamen, Asterión.

Me adentré durante horas en la intrincada arquitectura sin salida, llena de largos pasillos e interminables hileras de columnas dóricas y jónicas. Y cuando ya pensaba en desistir, apareció ante mí esa imponente figura: casi cuatro metros de altura, una musculatura brutal, ojos amarillos y una voz cavernosa.


Aceptó hablar conmigo. Y lo que me dijo cambiará, para siempre, la manera en que vemos el mito de Teseo y el Minotauro.


—Asterión, gracias por recibirme. ¿Por qué decidiste quedarte en este laberinto, tan solo, durante tantos siglos?

—Porque aquí estoy en casa. No hay otro lugar donde pueda caminar sin que me apunten con lanzas, sin que intenten confrontarme o me traten como bestia. El laberinto me entiende. Es mío. Aquí cazo, aquí descanso. Y aquí he vivido más años de los que tú podrías contar.


—La historia oficial dice que fuiste vencido por Teseo. ¿Qué tienes que decir al respecto?

—¡Ja! (ríe con una carcajada que hace crujir las piedras). ¿De verdad te crees esa fábula? Teseo jamás salió de aquí. Jamás. Fue valiente, lo admito. Entró solo, espada en mano, como un héroe. Me enfrentó. Me hirió, incluso. Pero su espada se quebró contra mi piel. Y cuando no le quedó otra que golpearme con las manos, lo hizo con la furia de un desesperado. Pero no le sirvió de nada. Con un solo golpe mío, le arranqué la cabeza. Esa cabeza la lancé afuera, al exterior, para que su pueblo supiera que su esperanza y su gran guerrero había muerto.


—Entonces… ¿todo fue una invención de los humanos?

—¿Y cuándo no lo ha sido? No soportan perder. Inventan epopeyas para tapar su vergüenza. Era más fácil decir que el héroe triunfó y escapó con una princesa, que admitir que su campeón fue devorado por el monstruo.


—¿Y te lo comiste?

—Por supuesto. Llevaba días sin comer. Pero dejé su cabeza, y su corazón, como muestra de respeto. No todos los días se enfrenta uno a un hombre que lucha hasta el final. El corazón lo conservé un tiempo, pero se pudrió. Me lo comí también. ¿Qué más podía hacer?


—Después de eso, nadie se atrevió a entrar por un buen tiempo, ¿no?

—Un año entero. Imagínate: su héroe, muerto como los demás. ¿Qué ganas podían tener de venir? Pero el hambre no espera. En las noches, salía. Rápido, silencioso. Ningún humano que me vio afuera sobrevivió para contarlo. Cazaba en los campos, a veces entraba a casas. Comía y regresaba al laberinto antes del alba.


—Asterión, ¿te consideras malo?

—Soy lo que soy. No soy bueno, pero tampoco peor que los humanos. Yo mato para comer. Como vegetales, pero admito que también me gusta muchísimo la carne. Los hombres matan por juego, por poder, por aburrimiento. Han exterminado especies enteras. Yo no haría eso jamás. Siempre habrá humanos. Yo sólo tomo lo necesario para vivir.


—¿Nunca has querido dejar el laberinto? ¿Vivir en otro lugar?

—¿Y para qué? Este es mi hogar. El mundo allá afuera no está hecho para mí. En el laberinto soy rey, cazador, guardián. En el mundo de ustedes, sólo sería una aberración.


—¿Y la soledad? ¿Nunca has sentido el deseo de compartir tu vida con alguien?

—Soy eterno. Y sí, a veces pesa. Me gustaría tener descendencia, un legado. Pero no creo en el amor. Lo carnal, sí, eso lo entiendo. Pero ese otro amor, el de ustedes, el que los hace llorar y escribir poesía… eso es sólo suyo. Y mejor que lo cuiden, porque es lo único que los hace diferentes del resto de las bestias.


—Asterión, gracias por tu honestidad. Me honra que hayas compartido esta historia.

—Gracias a ti por llamarme por mi nombre. No soy "El Minotauro". Soy Asterión. Y cuando quieras, vuelve. Quizá hagamos un asadito... de humano (vuelve a reír con ese eco que hace temblar las paredes del laberinto).


Así concluyó la conversación con una de las criaturas más incomprendidas de la mitología. Tal vez el monstruo no es tal. Tal vez, como muchas veces en la historia, el vencedor fue silenciado, y el mito se escribió para consolar a los vencidos.

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