Nuestro país es una triste excepción a nivel mundial.
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100% anticomunista. |
Basta mirar lo que sucede en muchos colegios y universidades: en lugar de formar ciudadanos críticos, se inculca una visión sesgada de la historia, donde la narrativa heroica que la izquierda pretende atribuirle al comunismo se repite como dogma, y cualquier intento de pensamiento distinto es estigmatizado como reaccionario o “facho”. Ese adoctrinamiento no es inocente, responde a una estrategia planificada que busca sembrar en las nuevas generaciones una idea muy simple: que el Estado debe resolverlo todo y que la iniciativa individual es sospechosa por definición... y ni hablar cuando se habla de la historia de Chile, donde se beatifica al inepto de Salvador Allende y se demoniza todo lo realizado por el Gobierno Militar.
Chile, la oveja negra
El problema en Chile es estructural y profundo. Se nos prometió absurdamente que con la democracia vendría la alegría, pero la izquierda se encargó de convertir esa promesa en un espejismo. los gobiernos de Michelle Bachelet y ahora Gabriel Boric solo han demostrado que la absurda receta del mal llamado "progresismo" conduce a la frustración. Y cuando la frustración se acumula, la izquierda extrema sabe aprovechar el terreno para vender su viejo producto: más Estado, menos libertad... y más odio y resentimiento social entre sus fanáticos termocéfalos.
El Partido Comunista en Chile nunca ha renunciado a su proyecto de dominación total. Al contrario, lo camufla en discursos de igualdad y derechos sociales mientras extiende sus redes en la educación, en los gremios y en las instituciones culturales. Ese es el verdadero peligro que amenaza a nuestro país: no un comunismo que gane elecciones de manera aplastante —algo improbable en la actualidad—, sino un comunismo que penetre silenciosamente en la formación de las nuevas generaciones, moldeando mentes para aceptar sin cuestionar.
Mientras otros países superaron el comunismo, Chile sigue entrampado
No podemos mirar hacia Europa y sentirnos inmunes. Allá el comunismo murió porque la sociedad civil entendió su carácter destructivo. Aquí, en cambio, seguimos tolerando que se repita la historia en nombre de una supuesta justicia social. Chile no necesita más experimentos fallidos, ni menos niños convertidos más en activistas que en estudiantes. Necesitamos modernizar nuestro sistema político, sí, pero también blindar nuestra educación del adoctrinamiento político de ultraizquierda que hoy amenaza con perpetuar un modelo ideológico que el resto del mundo ya desechó como un error histórico.
El desafío de la derecha, y de todos los que creemos en la libertad individual y el mérito personal, es enfrentar con decisión este intento de resucitar dinosaurios ideológicos. Porque si no lo hacemos, corremos el riesgo de retroceder décadas en vez de avanzar hacia un país más libre y próspero.
Fuerte y claro: no más comunismo.
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