Una cosa es defender las ideas del libertarismo, pero otra cosa muy distinta es discriminar a todos los inmigrantes por igual.
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No a la xenofobia. |
No hay que confundirse. El libertarismo auténtico no es un simple paquete de ideas económicas. Es una filosofía política basada en el respeto radical a la libertad individual, sin importar raza, nacionalidad, sexo o religión. La libertad no es sólo para los que piensan igual que tú, ni para los que nacieron en tu mismo país. Es para todos. O no es libertad.
Por eso, cuando alguien que se dice libertario comienza a hablar de cerrar el ingreso a todos los inmigrantes, de “invasiones”, o de culpar a los migrantes por la delincuencia, lo que tenemos al frente no es un libertario, sino alguien que ha tomado prestado el ropaje de la libertad para disfrazar sus propios prejuicios. Ese es un xenófobo disfrazado de libertario. Es, en el mejor de los casos, un confundido; en el peor, un oportunista.
Control migratorio, sí... xenofobia, no
¿Hay que tener una política migratoria seria? Sí, por supuesto. ¿Hay que aplicar la ley a quien comete delitos, venga de donde venga? Sin duda. Pero eso no tiene nada que ver con estigmatizar a millones de personas por el solo hecho de haber nacido en otro país. La xenofobia no es compatible con la defensa de la libertad individual. Jamás lo ha sido.
La persona que emigra para trabajar, emprender, criar a sus hijos o buscar un futuro mejor, merece exactamente el mismo respeto que cualquier ciudadano. Es un individuo soberano, dueño de sí mismo, que no le debe excusas a ninguna “identidad nacional” ni a ningún colectivo. Una cosa es amar al país que uno pertenece y ser un patriota, lo que está muy bien, y otra muy distinta es presentar una animadversión patológica hacia quienes provienen de un origen geográfico distinto, o a los que son de otra raza... o ambas a la vez.
No todos los "libertarios" son libertarios
Los libertarios de verdad no se suman a cruzadas moralistas ni a histerias colectivas. No juegan a la demagogia con el miedo. Saben que el rol del Estado no es protegernos del “otro”, sino garantizar que todos —chilenos o extranjeros— seamos iguales ante la ley y libres para construir nuestras vidas en paz.
La etiqueta de “libertario” se ha vuelto popular, pero no cualquiera la merece. Defender la libertad de unos mientras se niega la de otros, no es ser libertario. Es simplemente incoherente. O peor aún: deshonesto.
En tiempos donde el miedo se disfraza de ideología, es más importante que nunca recordar que la libertad no tiene pasaporte, ni raza, ni origen geográfico.
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