Hoy en día, la política ha dado un evidente giro hacia lo digital, donde el poder contar con un grupo de seguidores apasionados y muy interconectados entre sí puede ser una herramienta muy valiosa en campañas electorales.
Las redes sociales han irrumpido en la esfera política como un vendaval, transformando la forma en que se comunican los gobernantes y las autoridades. Es así como se movilizan las bases y se construyen las narrativas públicas. En Chile, como en muchas partes del mundo, estas plataformas se han convertido en un terreno donde se libran las principales batallas políticas. Sin embargo, esta revolución digital trae consigo una profunda paradoja: mientras democratizan el acceso a la información y permiten la interacción directa entre representantes y ciudadanos, también banalizan el debate público, reduciéndolo a un espectáculo superficial y a veces patético de likes, retuits y mensajes virales.
Chile no es la excepción a un fenómeno global
![]() |
Política en el mundo actual. |
Políticos de todos los sectores han adoptado las redes sociales como herramientas esenciales para comunicarse con el electorado, especialmente en un país donde la desafección por los partidos tradicionales ha crecido de manera sostenida en las últimas décadas. Sin embargo, esta comunicación directa rara vez se traduce en un debate profundo sobre los problemas estructurales del país, como las desigualdades persistentes, la crisis habitacional o el acceso precario a servicios públicos. En cambio, se priorizan los mensajes que generan más interacción, los discursos simplistas que polarizan aún más a la ciudadanía y los gestos simbólicos (o "memes") que, si bien pueden ser efectivos en términos mediáticos, suelen carecer de sustancia.
Un ejemplo reciente es la utilización de TikTok por parte de diversas figuras políticas. Si bien esta red permite llegar a un público joven, que tradicionalmente ha estado desvinculado de la participación electoral, también plantea interrogantes sobre el tipo de contenido que se comparte. Los políticos que triunfan en esta plataforma lo hacen mediante videos breves, muchas veces enfocados en lo anecdótico o lo emocional, dejando de lado la profundidad y la complejidad de los temas. En política, la mayoría de las temáticas son multifactoriales, y ese aspecto no siempre se discute a través de las redes sociales.
El estallido antisocial polarizó aún más a nuestro país
En un país donde las protestas vandálicas del 2019 dejaron claro el terrorismo de la ultraizquierda, los medios han generado la imagen de que en realidad el estallido delictual fue una muestra del hartazgo de la población con las respuestas superficiales del sistema político. Esta tendencia buenista a simplificar lo que fue una época oscura de vandalismo desenfrenado, e idealizarlo diciéndole "estallido social" no sólo es insuficiente, sino también peligrosa.
Chile es un país ideológicamente mucho más polarizado que antes, y eso es evidente que se acentuó mucho más a partir de la revolución golpista del 2019, cuando la ultraizquierda trató de derrocar al Presidente Sebastián Piñera.
El usuario se transforma en un productor de información
Por otro lado, el impacto de las redes sociales también se refleja en la forma en que los ciudadanos consumen y producen información. Si bien estas plataformas han permitido una mayor participación y organización de movimientos sociales, también han fomentado la difusión de noticias falsas y teorías conspirativas que erosionan la confianza en las instituciones democráticas. La reciente discusión sobre la inteligencia artificial y su capacidad para crear contenido persuasivo de manera automatizada añade una nueva capa de complejidad a este panorama. En un futuro cercano, podríamos enfrentarnos a un ecosistema digital donde distinguir entre lo auténtico y lo manipulado sea una tarea casi imposible.
Ante este escenario, es urgente repensar el rol de las redes sociales en la política chilena. La solución no pasa por abandonarlas, sino por integrarlas de manera más responsable y consciente. Los políticos deben resistir la tentación de priorizar el impacto inmediato sobre el contenido sustantivo. Las instituciones democráticas, por su parte, tienen el enorme desafío de generar espacios de deliberación que trasciendan las pantallas y promuevan el intercambio de ideas en su complejidad. Y los ciudadanos, como protagonistas de este proceso, deben exigir más de sus representantes, valorando la profundidad y la seriedad por sobre la espectacularidad y el sensacionalismo.
En última instancia, la política no puede reducirse a un juego de apariencias. Chile enfrenta desafíos enormes que requieren soluciones estructurales y consensos amplios. Si permitimos que el debate público se quede atrapado en la dinámica superficial de las redes sociales, estaremos hipotecando nuestra capacidad para construir un futuro más pujante y que apunte hacia el desarrollo. Las plataformas digitales son herramientas poderosas, pero la democracia chilena necesita mucho más que likes para poder avanzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario