Todos los años en Chile, para Fiestas Patrias se conmemoran tanto el Te Deum Ecuménico como el Te Deum Evangélico. En ambos eventos participa el Presidente de la República.
En el Chile de hoy, una parte importante de la izquierda parece confundir dos términos que, aunque a menudo se usan de manera indistinta, tienen significados muy diferentes: laicismo y anticlericalismo. Esta confusión no es trivial, ya que revela una falta de comprensión de conceptos que son fundamentales para una sociedad plural y democrática.
Dicha discusión cobra aún más vigencia por estos días, cuando nuestro país conmemora sus Fiestas Patrias, y el Presidente de la República asiste como invitado al Te Deum Ecuménico y al Te Deum Evangélico.
El laicismo como principio básico de tolerancia
Presidente Gabriel Boric. |
De esta forma, el laicismo defiende la neutralidad del Estado frente a todas las creencias, asegurando que cada ciudadano pueda practicar su fe (o no tener ninguna) sin imposiciones externas. En este sentido, el laicismo invita a la tolerancia más profunda y al respeto mutuo, elementos que son básicos y esenciales en una sociedad democrática y diversa.
Sin embargo, algunos sectores de la izquierda chilena (y de la ultraizquierda) parecen interpretar el laicismo como una especie de lucha contra la religión o, más específicamente, contra la Iglesia Católica. Esta interpretación errónea lleva a prácticas que se acercan más al anticlericalismo, una postura mucho más combativa y radical, que rechaza la religión y busca su erradicación de la esfera pública. El anticlericalismo no promueve la neutralidad del Estado, sino que derechamente se manifiesta como una oposición abierta y, a menudo, agresiva hacia las instituciones religiosas.
Chile: un país laico, no anticlerical
Chile es un país laico porque su Constitución establece una clara separación entre la Iglesia y el Estado. Esto significa que la Iglesia, en cualquiera de sus manifestaciones, no tiene la facultad de nombrar autoridades políticas ni de imponer doctrinas en la gestión pública. Pero ser un país laico no implica ser anticlerical. El laicismo en Chile se ha construido, en gran parte, porque la Iglesia hace siglos que no nombra a ninguna autoridad política; su rol ha quedado reducido al ámbito moral y social, desde donde invita a dialogar y participar en la discusión pública, como cualquier otra institución de nuestra sociedad. El clero y los fieles tienen derecho a opinar, tal como lo puede hacer cualquier otra entidad.
Lamentablemente, algunos personajes en la ultraizquierda chilena confunden esta separación saludable con la necesidad de marginar o silenciar a las voces religiosas. Creen que, para proteger el laicismo, es necesario rechazar cualquier forma de participación de la Iglesia en los debates sociales, culturales o éticos. Esta postura no solo es un error conceptual, sino también una contradicción con los valores que dicen defender: la pluralidad, la inclusión y la diversidad de opiniones.
Un llamado a la coherencia y al diálogo en todo nuestro país
La verdadera defensa del laicismo pasa por respetar a todos los actores sociales, incluidos aquellos que representan una fe religiosa. La Iglesia, como cualquier otra organización de la sociedad civil, tiene derecho a expresar su opinión y a participar en los debates públicos. Si invita al diálogo, lo hace desde su perspectiva, sin imponer su visión, y debe ser recibida con la misma apertura con la que se escucha a cualquier otro grupo o movimiento.
Aquellos que se declaran a favor de la tolerancia y de un Estado plural deberían ser los primeros en entender que la diversidad incluye la libertad de creencias y de expresión, tanto para los religiosos como para los no creyentes. El laicismo no es sinónimo de hostilidad hacia la fe; es una invitación a convivir en paz y con respeto, algo que parece faltar en el discurso de ciertos sectores de la izquierda y la ultraizquierda chilena.
La tolerancia como principio fundamental de nuestra sociedad
En conclusión, la distinción entre laicismo y anticlericalismo no es solo una cuestión semántica; es un tema que afecta la convivencia y el respeto mutuo en nuestra sociedad. Confundir ambos conceptos puede llevar a posturas intransigentes que, en lugar de fomentar el diálogo y la inclusión, crean nuevas divisiones. Es importante recordar que ser un país laico significa ser un país donde todos tienen un lugar, no un país donde se acallan voces por sus creencias religiosas.
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