Las dos revueltas tienen mucho en común. De hecho, no sería raro que ambos planes de carácter golpista estén íntimamente relacionados.
El 22 de febrero del 2019, los presidentes Sebastián Piñera (Chile) e Iván Duque (Colombia) se reunieron en Colombia para condenar abiertamente a la nefasta dictadura comunista de Nicolás Maduro, la cual azotaba (y sigue azotando) en forma inclemente a la población de Venezuela. Poco tiempo después, el trabajo coordinado de la ultraizquierda de esos tres países reunidos ha logrado perpetrar la venganza perfecta... ¿o en serio alguien puede creer que el hecho que los Estallidos Terroristas en Chile y Colombia contra ambos mandatarios son sólo "una mera coincidencia"?Primero fue en Chile, cuando a partir de ese infame 18 de octubre del 2019 se inició una Revolución Vandálica terrible, perpetrada por orcos pirómanos de ultraizquierda, los cuales buscaban derrocar al Presidente Piñera. Dicha revuelta duró seis meses, y recién pudo amainarse gracias a otra tragedia: el avance de la pandemia de coronavirus. Y ahora, a partir de la última semana de abril del 2021 hemos visto como Colombia se ha volcado a las calles (ver foto), bajo los mismos patrones destructivos que ha tenido el "estallido" en Chile.
No es casualidad que ambos países estén gobernados por presidentes de centroderecha. De hecho, ese es el principal motivo que explica la causa de ambas insurgencias. La ultraizquierda es experta en colgarse de causas que en verdad pueden ser justas, y hacerlas suyas para de esa manera fomentar el odio entre la gente, llegando hasta extremos en verdad irracionales. Así fue como en Chile se aprovecharon del aumento en $30 del pasaje del Metro, mientras que en Colombia apelaron a la rabia provocada por la reforma tributaria del gobierno, la cual quería aumentar los impuestos en forma transversal a casi toda la sociedad de aquel país. Como dije: la izquierda siempre se aprovecha de causas entendibles y comprensibles, y las transforma primero en impotencia y después en odio desenfrenado... y para pasar de ahí a la Revolución violenta sólo basta un paso.
Las consignas en ambos casos son las mismas: el odio extremo hacia la policía, al gobierno, a la clase dirigente. Pero todo eso va canalizado a través de la violencia y el vandalismo. Porque una cosa es manifestarse como lo debería de hacer una persona racional, y otra muy distinta es manifestarse como lo suelen hacer los terroristas de izquierda.
Es triste ver esto, porque al parecer la ultraizquierda está haciendo de este tipo de revoluciones basadas en el terrorismo urbano su principal método para recuperar el poder perdido en las urnas... o más bien dicho, el poder al que no le alcanzó para llegar a través de las urnas. La ultraizquierda no cree en la democracia: cree en el terrorismo para lograr lo que no puede capitalizar por la vía electoral. Y eso es válido tanto para Chile como para Colombia, y probablemente lo sea para todos los países latinoamericanos. El patrón delictual y violentista se repite, una vez más.
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