Esparta no poseía murallas como las otras polis: no necesitaba muros, porque de su lado tenía las tropas más disciplinadas de la Historia.
Dentro de la Grecia clásica existieron una serie de célebres ciudad-Estado, como Atenas, Tebas o Corinto. Sin embargo existió una que era totalmente distinta a las demás: Esparta. La capital de la provincia de Laconia era una polis anómala, pues no tenía murallas para contener a los invasores, ni tampoco poseía una Acrópolis. No se sabe con exactitud por qué no tenía su propia Acrópolis, pero sí hay certezas del motivo por el cuál carecía de muros protectores: porque no los necesitaba.
Tal vez nunca hubo ni existirá una sociedad más militarizada que la espartana. A los varones se les criaba desde niños para que fuesen los mejores soldados del mundo. Acá la obsesión por la perfección física era algo a tal punto que en su sociedad era normal la eugenesia masiva, es decir cuando un bebé nacía era examinado por los ancianos, y si era defectuoso se le ejecutaba. Después, cuando era niño se le evaluaba su contextura física. Si el menor no cumplía los estándares mínimos del cuerpo que se le exigía a un espartano, era abandonado a su suerte en la zona del Taigeto, lugar lleno de barrancos y fieras salvajes.
Para el pueblo espartano, la vida cotidiana se traducía en la preparación para ser un buen militar. En esa polis, el culto al físico era absoluto y extremo, motivo por el cual pasaban buena parte del día en un sitio de ejercitación conocido como "gimnasio". Desde los siete años hasta los veinte entrenaban en el agéle o cuartel, donde se adiestraban en el arte de hacer la guerra, pero además aprendían a leer, escribir y entonar cantos de batalla (para intimidar a sus oponentes). Además, se les inculcaba la práctica de la lucha libre y del Atletismo, para hacerlos más corpulentos que cualquier otro rival en potenciales conflictos bélicos.
Todos los hoplitas griegos usaban más o menos el mismo traje militar: casco (que cubría la cabeza y el rostro), armadura, escudo, lanza y espada. El escudo era circular y medía más de un metro de diámetro, al cual se le conocía como hoplon o aspis. Cada soldado llevaba en este implemento de defensa las representaciones de sus símbolos familiares, sin embargo en el caso de los espartanos era diferente: ellos eran mucho más identificados con una causa común, así que en su aspis usaban como insignia la letra lambda, en honor a su tierra de origen que era Laconia o Lacedemonia (región cuya capital era Esparta).
El soldado espartano se preparaba para la guerra toda su vida. Ellos iban todos uniformados, con capa roja, y penacho del mismo color, en alusión a la sangre de sus rivales. Sin dudas, donde más se pudo constatar este apogeo de las milicias espartanas en la disciplina del combate fue durante las Guerras Médicas contra los persas, donde las tropas de hoplitas tuvieron una actuación memorable en la épica Batalla de Las Termópilas (año 480 a.C.). En aquella oportunidad, 300 espartanos detuvieron en el desfiladero del mismo nombre el avance de 250 mil persas (aunque los relatos de Heródoto hablan incluso casi dos millones de soldados medos).
Durante la Batalla de las Termópilas, el ejército de Esparta enfrentó a los persas en un paso muy angosto, donde el espacio entre las montañas es de poco más de 20 metros, y por ende no se podía hacer notar la diferencia numérica entre un batallón y otro. En aquel sitio, los aguerridos militares pusieron una muralla impenetrable de lanzas y escudos, la cual acabó con la vida de más de 40 mil oponentes en pocos días. Finalmente, igual ganaron los invasores, pues lograron rodear a los griegos, y cubrirlos con una brutal lluvia de flechas. En el lugar falleció el rey Leonidas, quien es considerado hasta hoy en día como el icono de la fortaleza y disciplina del glorioso Ejército Espartano.
5 comentarios:
Excelente artículo....
Buenísimo!
Carmen Muller: fúe grato leerlo y recordar lo aprendido en nuestro querido colegio, hace ya tantos años.
Nunca ay que subestimar a un pequeño ejercito
Con la actitud correcta y una estrategia clara... todo se puede.
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