Debido al nefasto resultado electoral en el Plebiscito de este domingo 25 de octubre, la derecha deberá hacer un traumático cambio de planes.
Sin lugar a dudas que la paliza sufrida en el Plebiscito Constitucional caló hondo en las huestes de la derecha, o al menos debería de haberlo hecho. Y no sólo fue una derrota para la derecha, sino que para el país entero, por mucho que los orcos del Apruebo estuvieran anoche celebrando hasta altas horas de la madrugada. Es necesario en este duro momento ser sereno y poner la pelota en el piso: no todo está perdido. Todavía nos quedan al menos dos instancias electorales por delante. Primero está la elección de los miembros de la futura Convención Constituyente, y después tendremos que enfocarnos de lleno en ganar el Plebiscito de Salida, donde si vencemos todo volverá a fojas cero y nos quedaremos con la actual Constitución.
Más de alguien podría mirar con tremendo pesimismo esos dos futuros procesos eleccionarios, y sin lugar a dudas que yo lo entendería. Pero también hay que decir las cosas por su nombre: ese 78% de votos que sacó el Apruebo es mentiroso, pues no significa que la izquierda sea el 78% de los chilenos, por más que ellos desde ahora mismo ya se están esforzando en fijar esa idea en el subconsciente colectivo. De partida, el voto del Apruebo es tremendamente heterogéneo, pues se mueve en un espectro político tan oscilante que va desde Eduardo Artés hasta Jaime Mañalich, y que abarca desde el orco pirómano de ultraizquierda hasta el político militante de Renovación Nacional, pasando por el comunista, el socialista, el burgués de centroizquierda democrática, el elector de centro, el apolítico, e incluso muchas personas que votaron motivadas por el miedo de no tener más atentados terroristas en el país. Dicho de otra forma, el votante del Apruebo es casi tan variado como la fauna que hay dentro de un zoológico. Ningún partido de izquierda o de centroizquierda puede atribuírse para sí el triunfo del Apruebo: ¡ninguno!
La izquierda intelectual engatusó a muchos votantes con el falso eslogan de "La Constitución de Pinochet" (la que en estricto rigor tiene más de 200 modificaciones desde 1980 y lleva la firma del ex Presidente Ricardo Lagos). Sin embargo -y hay que decirlo- ese eslogan publicitario es demasiado potente cuando se apunta hacia un electorado fuertemente ideologizado, el cual ha sido adoctrinado en colegios y universidades por más de treinta años. Cuando se juntan esos dos factores (adoctrinamiento político y un eslogan tan gravitante como ese), no es mucho lo que se puede hacer al respecto. Es imposible revertir tres décadas de adoctrinamiento político en las aulas con seis meses de campaña electoral. Ni siquiera el mejor especialista en marketing político a nivel mundial hubiera logrado semejante milagro. La izquierda ganó bien, y supo además meter en ese saco a millones de incautos que se tragaron todas sus mentiras.
A pesar de esto, no todo está perdido. Reitero: nos quedan aún dos elecciones por delante. Primero está la que servirá para determinar quiénes serán los futuros integrantes de la Convención Constituyente, y después estará el Plebiscito de Salida. Hay que apuntar a ganarlas ambas. En la Convención Constituyente (y debido a las inauditas reglas del juego que se fijaron) habrá que tener muchas candidatas mujeres y personas de los pueblos indígenas, ya que tendrá cuoteos políticos para ambos casos. Ese es un punto muy importante, el cual hay que tener en cuenta de todas formas. Frente al Plebiscito de Salida, la clave es que será muy distinto al Plebiscito del 25 de octubre: hasta ahora se habla de "La Nueva Constitución" como si fuese una especie de un castillo en el aire, que es imposible de criticar porque no existe. Pero más adelante no será así, pues la gente sí podrá emitir comentarios concretos (y negativos) contra la Carta Magna que sea elaborada, la cual no es descabellado pensar que podría resultar siendo un esperpento impresentable. En la campaña previa al Plebiscito de Salida, tenemos que ser nosotros los que trataremos de tomar el sartén por mango.
Es así como nos queda mucho camino por recorrer. Se perdió una batalla, pero no la guerra.
Tal como he dicho en otras oportunidades: Chile no caerá, no puede caer (o al menos no debería caer).
3 comentarios:
Buen resumen de las tareas que vienen.
Exacto sólo nos queda seguir, ser cautos y ponernos de acuerdo en no rendirnos
Exacto, a seguir adelante sin rendurse
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