El bestial lobo gigante. |
Durante el siglo XIII fueron confeccionados dos textos a partir de los relatos tradicionales de los pueblos vikingos: la Edda poética y la Edda prosaica. En ambas aparece como una figura destacada el portentoso Fenrir, un lobo gigantesco y despiadado que ejerció con una rudeza extrema el rol de antagonista dentro de la Mitología de los pueblos nórdicos.
Este lobo de dimensiones descomunales era hijo del perverso Loki, y protagonista absoluto durante los eventos del Ragnarok: la batalla del fin del mundo para los escandinavos. Durante estos enfrentamientos, es el voraz Fenrir quien tiene la dicha de dar muerte al omnipotente Odín, dios principal del panteón escandinavo. Fenrir se devora a Odín, así como a muchos otros valerosos guerreros. Sin embargo, con posterioridad a este ignominioso hecho, es Vidar (otro de los hijos de Odín), quien se toma venganza y desgarra las fauces del enorme lobo. La cultura nórdica está estrechamente vinculada a la guerra y a la sangre, por lo cual casi todos sus relatos legendarios eran en extremo crudos e inhumanos. La historia de Fenrir no es la excepción a la regla.
Sin embargo, Fenrir no siempre fue un coloso. También alguna vez fue un tierno cachorro, el cual apenas empezó a comer se fue desarrollando hasta crecer y alcanzar dimensiones impensables, llegando a ser una bestia apoteósica.
Los dioses decidieron retener al licántropo en Asgard, para lo cual había sido amarrado con una cadena casi indestructible, conocida como Leding. La fuerza que había adquirido Fenrir era tal que con un pequeño esfuerzo hizo pedazos a Leding, por lo que tuvieron que amarrarlo con otra aún más poderosa, considerada la cadena más resistente que alguna vez se haya forjado: Droma, la que también fue cortada por el voraz titán. A raíz de esto, se le apresó con una delgada ligadura fabricada por los enanos, la cual era irrompible: Gleipnir. Así, se logró contener la potencia descomunal de Fenrir por mucho tiempo. Sin embargo, una vez desatado el Ragnarok, la furia del lobo era tal que ni siquiera la indestructible Gleipnir pudo soportar su formidable fuerza.
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