Uno de los debates más candentes de la política en Chile durante los últimos años ha sido lo que respecta a la reelección de los parlamentarios. Voy a ser sincero -y probablemente mis palabras no serán las políticamente correctas- pero me da lo mismo: me es casi indiferente el tema si un congresista es reelecto una o mil veces. Mucho más me importa que haga bien su trabajo que la cantidad de años que lleve trabajando en el Congreso.
¿Un payaso? No. Es Florcita Motuda. |
Dicho de otra forma, prefiero un parlamentario que haga bien su pega por 30 años que cuatro o cinco congresistas que lo hagan pésimo durante esos mismos 30 años. Lo que hoy en día buscan la mayoría de los políticos populistas es impedir la reelección, para con ello penar la experiencia en política y promover el recambio con senadores y diputados cada vez más inexpertos (y probablemente más mediocres)... ¿Puede alguien con más de tres neuronas creer que con ese mecanismo de recambio constante se va a mejorar la calidad de la política en Chile? Sinceramente, creo que no.
Más de alguien dirá que el recambio constante de parlamentarios servirá para impedir la corrupción en el Congreso. Sin embargo ¿quién me puede asegurar que un congresista inexperto va a ser menos corrupto que uno veterano? Nadie. Yo creo que el tema de la corrupción está mucho más relacionado a los valores y la formación de cada persona que a su edad o al tiempo que lleve trabajando en un lugar.
Mucho más importante que el tema de la reelección de los representantes populares, lo que hay que discutir en el Congreso son los prerrequisitos para que alguien pueda postular a un cargo parlamentario. Actualmente está lleno de congresistas que tienen cero experiencia laboral previa, y que pasaron directamente de ser dirigentes estudiantiles que vivían de la mesada del papá a ser diputados con sueldos multimillonario. Curioso, pero resulta que todos esos zánganos son políticos de izquierda o de ultraizquierda. Eso no puede seguir ocurriendo.
La principal modificación que hay que hacerle a dicho reglamento es empezar a exigir que los candidatos tengan de antemano un título profesional (ya sea universitario o de un instituto técnico), para así evitar la elección de payasos o bufones ignorantes como lo puede ser un Florcita Motuda (que más bien debería de estar en un circo que en el Congreso). Y lo segundo que hay que hacer con urgencia es que todos los postulantes a parlamentarios hayan tenido al menos diez años de experiencia laboral en el área de su carrera respectiva, para que así puedan comprender con más fidelidad cómo es el mundo real que afecta a las personas reales. Con esto se evita el ascenso inmediato de dirigentes estudiantiles con nula experiencia laboral, que lo único que han hecho toda su vida es parasitar de la política partidista, sin haberle trabajado un peso a nadie. No puede ser que el Congreso Nacional esté plagado de zánganos de la calaña de Giorgio Jackson, Camila Vallejo, Karol Cariola o Gabriel Boric, que jamás han tenido que hacerle caso a un jefe, que nunca han emprendido en su propia pyme, o que ni siquiera saben lo que es crear más de un puesto laboral. Si de verdad queremos mejorar la calidad del Congreso, debemos hacerlo en serio.
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