Constitución de Chile. |
Uno de los tantos temas que
actualmente divide a la política nacional es el debate en torno a
la Constitución Política de Chile. Si bien yo de partida estoy en favor de
la actual carta magna de mi país, igual me abro al debate sobre un posible cambio,
pero antes que todo a quienes desean sustituirla les exijo seriedad
al respecto, y dejar de lado esas odiosidades que han carcomido el
alma de los chilenos durante décadas.
A
esos que desean cambiarla, les exijo hablar claro respecto a dos aspectos
fundamentales: el "¿por qué?" y el "¿por
qué?"... es decir, el por qué motivo jubilarla, y por qué cosa
cambiarla. Cualquier debate sobre la Constitución debe ser argumentando
con Constitución en mano, y no recitando como loro esas consignas
ideológicas añejas y previsibles de la izquierda, que a ratos son más
dignas de un niño de octavo básico que de una persona que quiere aportar ideas
constructivas. Acá les pido que vayan más allá de ultra repetido
pseudo-argumento de "cambiemos la Constitución porque la hizo
Pinochet", esperando que analicen en profundidad el tema y
que, con el documento en mano, sean capaces de explicar y convencer el por
qué -según ellos- se le debería cambiar de raíz, y no solamente hacer una que
otra enmienda constitucional para actualizarla a los nuevos tiempos. Desde
mi perspectiva, la Constitución de 1980 contiene muchos aspectos que son
universales e insustituibles, y creo que nunca he escuchado postulados sólidos
para modificar dichos enunciados.
Y ahora hago alcance al otro punto a considerar: el "por qué cosa cambiarla". Es decir, en un país serio no se puede optar por extirpar de cuajo una carta magna para recién ahí entrar a debatir en una Asamblea Constituyente qué hacer al respecto. Hacer algo así sería casi anárquico, y quién sabe qué mamarracho podría engendrarse a partir de semejante chiquero político, al que más de algún afiebrado le pondría por nombre "Constitución".
Acá mi postura es una sola: si quieren debatir sobre una alternativa constitucional, diferente a la actual Constitución de 1980, que presenten su proyecto y a partir de ahí se compare a ambos documentos, para finalmente aprobarse el que se estime conveniente, pero siempre y cuando para ello se respete en el Congreso el quórum que exige para ello la Constitución vigente... de lo contrario la nueva normativa ya empezaría con el pie izquierdo, siendo totalmente inconstitucional. Borrar una Constitución para recién de ahí entrar a analizar por qué cosa sustituirla sería el caos total para nuestra institucionalidad.
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