jueves, 14 de febrero de 2019

Pachycephalosaurus: El cabeceador prehistórico

El nombre científico de este animal lo describe con lujo de detalles: “Reptil de cabeza gruesa”. Además, la otra gran característica de este dinosaurio del Cretácico era que tenía una excelente visión binocular


Dinosaurio de cabeza dura.
Hace unos 70 millones de años, en lo que actualmente es el norte de Estados Unidos, vivió una extraña criatura, con una cabezota desproporcionadamente grande en relación al resto de su cuerpo, pese a lo cual se cree que igual era un animal bastante ágil y veloz. Se trató del Pachycephalosaurus (“Reptil de cabeza gruesa”); el más característico de los paquicefalosáuridos, y también el más grande: medía unos cinco metros de largo y pesaba más de 200 kilos.

En medio de un mundo hostil y extremadamente peligroso, en donde cualquier distracción podía significar la diferencia entre la vida y la muerte, el Pachycephalosaurus contaba con una ventaja que pocos dinosaurios tenían: unos ojos que sobresalían hacia los lados, lo cual le permitía captar su entorno con una visión binocular muy aguda. Esta propiedad, sumada a un agudo sentido del olfato, lo convertía en una presa difícil de cazar, incluso para el más avezado de los carnívoros.

Sin embargo, de todas sus características, la que más llamaba la atención era su enorme cabeza abombada, cuya parte superior tenía una forma de casco o caparazón. Pese a esta singular morfología de su cráneo, su cerebro era relativamente pequeño, al igual que el de casi todos los dinosaurios. Pero la apariencia de su testa tenía una razón de ser: sus huesos en esta zona de su cuerpo eran demasiado gruesos, llegando a un ancho de más de 25 centímetros. A todas luces, esa era su principal arma: una cabeza dura como una roca, la cual usaba para embestir a los predadores luego de desesperados piques con sus cortas pero robustas patas. No es de extrañar que, al verse acorralado por un cazador, el omnívoro Pachycephalosaurus haya optado por tirarse como un piloto kamikaze para intentar fracturar las extremidades o el tórax de su oponente, con el que obviamente en caso de enfrentarse a mordiscos habría tenido todas las opciones de perder.

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