Hace unos 70 millones de años (fines del Cretácico) existió en lo que actualmente es Mongolia un feroz predador, el cual fue el dinosaurio más temible de su hábitat natural. Este animal era el Tarbosaurus bataar, un terópodo típico, perteneciente a la familia de los tiranosáuridos, el cual se caracterizaba por su enorme cabeza, potentes mandíbulas, patas fibrosas y extremidades superiores desproporcionadamente minúsculas en relación al resto de su cuerpo. Es decir, su aspecto era demasiado parecido al del Tiranosaurio rex, claro que un poco más chico.
El feroz Tarbosaurus bataar |
Pese a no ser tan robusto como el Tiranosario, la anatomía del Tarbosaurio igual impresionaba e inspiraba respeto: medía 12 metros desde la cabeza a la cola, su cráneo tenía un largo de un metro y medio, y además estaba provisto de entre 60 y 64 dientes, lo cual lo transformaban en un predador temible. Otra de sus características físicas es que pese a tener unas patas traseras bastante desarrolladas en cuanto a musculatura, sus bracitos eran realmente cortos, llegando a ser tal vez los más atrofiados que tuvo algún terópodo.
Según no pocos investigadores, el Tiranosaurio y el Tarbosaurio provienen de un tronco común, claro que la evolución se encargó que el primero creciera en lo que hoy en día es Norteamérica, y el segundo en la actual Mongolia. Vale la pena mencionar que otros integrantes de la linajuda y voraz familia de los tiranosáuridos fueron el Daspletosaurio, el Alioramus y el diminuto Nanotyrannus.
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