lunes, 28 de mayo de 2018

Mitología mapuche: Pillán, el dios del trueno

A diferencia de muchas otras culturas que han existido, el pueblo araucano tenía como principal deidad a un ser perverso, el cual controlaba los terremotos, los truenos y erupciones volcánicas.

Al igual que todas las culturas precolombinas que habitaron América Latina, el pueblo mapuche era politeísta, es decir tenía dentro de su mitología a una serie de espíritus, siendo casi todos ellos malvados. Esta característica se condice con la fiereza del guerrero araucano, indígenas de gran poder bélico que incluso protagonizaron el enfrentamiento más largo que recuerde la Humanidad: la épica Guerra de Arauco. Es así como dentro de todos personajes que existieron en su panteón, el principal era el más siniestro de todos: el Pillán.

El temido Pillán
El aterrador Pillán era un personaje intimidante, en el cual los mapuches creían más que con gran devoción, con un profundo temor. Esta deidad era representada de distintas formas, pero casi todas ellas eran semejantes a lo que vendría a ser un demonio o una bestia, el cual tenía a los numerosos cráteres del sur de Chile como su hogar predilecto. De esta forma, el Pillán utilizaba su enorme poderío para controlar a destajo los fenómenos naturales mediante los cuales manifestaba el único sentimiento que cabía dentro de él: la furia. Así, erupciones volcánicas, terremotos, rayos, truenos y relámpagos eran asociados a esta criatura sobrenatural, a la cual había que rendirle pleitesía y sacrificios a cambio de una tregua de paz.

Según las creencias de los araucanos, todos sus guerreros que morían en el campo de batalla, ya fuera durante la Guerra de Arauco o también en peleas previas cuando ellos mismos conquistaron a otros pueblos nativos, iban siendo reabsorbidos por el poderoso Pillán, “El Dios del Trueno”. De esa manera, los grandes líderes, héroes, caciques y toquis (como Lautaro o Caupolicán) pasaban a formar parte de los volcanes, mientras que los aguerridos soldados mapuches anónimos que perecían, eran transformados en las nubes, las cuales escoltaban al atemorizante Pillán.

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