Una mirada realmente aguda pero a la vez penetrante es la que de seguro caracterizó a uno de los seres más extraños que existió durante el Jurásico: El anurognathus. El nombre de este animal hacía referencia a algunas de sus características más evidentes: la carencia casi total de cola, pero a la vez la presencia desproporcionada de una gran mandíbula.
La gárgola prehistórica |
Según han determinado diversos estudios, el anurognathus existió en lo que hoy en día es Europa, hace unos 150 millones de años. Perteneció a la extensa familia de los pterosaurios, es decir reptiles voladores provistos de enormes alas. Sin embargo, este pequeño engendro de ojos saltones era muy distinto a sus otros parientes alados, ya que su cara no era tan protruida sino que mucho más chata; y además la otra particularidad es que su cola era realmente minúscula. Es decir, fue harto más parecido a los murciélagos actuales que a los otros pterosaurios.
El anurognathus era chico, llegando a medir sólo unos 50 metros de envergadura con sus alas abiertas. De largo corporal era aún de menor tamaño, lo cual se suma a que cuando se paraba sobre sus patas traseras lo hacía con una postura recogida y corcovada. De seguro, fue el animal más parecido a una gárgola de todos los que han existido a través de la evolución de la vida.
Su dieta estaba básicamene compuesta por insectos o artrópodos pequeños, tanto los que hallaba en árboles como aquellos parásitos que molestaban a los gigantescos saurópodos como el diplodocus. Es por esto que es muy probable que el anurognathus haya vivido en una verdadera simbiosis con los colosos cuadrúpedos más monumentales de la Era de los Dinosaurios, a los cuales ayudaba comiéndoles los desagradables parásitos, mientras que de ellos recibía cierta protección a la sombra de su colosal y paquidérmica corpulencia.
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