La Iglesia Sacramentinos es como esas personas que tienen
cuarenta años pero parecen ser de setenta: se ve mucho más vieja y demacrada de lo
que es. Sus grietas evidencian el golpe irrespetuoso de las inclemencias sobre un
monumento granítico, frente al cual el tiempo parece detenerse nostálgicamente
y trasladarnos varios siglos atrás.
Su imponente domo de concreto corona una figura grandiosa,
que como un gigante rocoso contempla un paisaje poblado de viejas casas y
lúgubres posadas. Azotada por temblores y granizos, pasan los años pero sigue
ahí inmutable: la mítica catedral del Barrio San Diego junto a su cúpula del tiempo.
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