sábado, 4 de febrero de 2017

Isla Ball: El sorprendente hogar de los insectos más raros del mundo

Este islote, también conocido como "La Pirámide Negra", es uno de los lugares más enigmáticos del mundo. Ubicado frente a las costas australianas, se trata de un sitio casi sacado de un cuento de terror
La imponente Isla Ball o Pirámide Negra

En pleno océano Pacífico, y frente a las costas de Australia, surge en medio del mar una imponente y escarpada montaña de 562 metros de altura. Esa es la impresionante isla Ball, o "La Pirámide Negra", la cual tiene un largo de apenas 300 metros. Se trata de una fantástica formación geológica, la cual al ser observada con detención resulta ser la empinada prominencia de un gigantesco monte marino.

Este islote fue descubierto en 1788 y forma parte del archipiélago de Lord Howe. Debido a lo pronunciado de su cúspide, y a la peligrosidad para subirla, fue recién en 1979 cuando una primera expedición logró llegar hasta su punto más alto, y colocar la bandera australiana en su cima. Sin embargo, esa gira y otras más sirvieron para corroborar lo que ya muchos pensaban: que el peñón estaba totalmente deshabitado.

Así, pasaron varios años, hasta que una nueva expedición de carácter científico se encargó de derribar el mito: la isla Ball sí estaba habitada, pero no por personas sino que por unos extraños e impresionantes insectos. Este islote, que a simple vista parece ser un siniestro lugar proveniente de la frondosa imaginación de un escritor de cuentos de terror, es un sitio en donde el tiempo se detuvo por los caprichosos azares del destino. Fue así como guardó su mayor secreto por décadas, hasta que en el año 2001 los exploradores David Priddel y Nicholas Carlile se encargaron de develar el misterio: el descubrimiento de la identidad de los inquilinos de la Pirámide Negra resultó ser un extraordinario hallazgo para la ciencia.
Los extraños insectos

Un grupo de 24 seres parecidos a palotes de más de 12 centímetros fueron encontrados en esa visita del año 2001. Pero lo más insólito de todo es que esa especie de insectos (Dryococelus australis) estaba considerada ya como extinta en ese momento, por lo cual se pudo constatar que efectivamente la isla Ball no sólo era un paraje asombroso, sino que también era un túnel a través del tiempo en donde aún subsistían criaturas arcaicas y recónditas.

De los 24 insectos encontrados, se sacaron cuatro (dos machos y dos hembras) para ser criados en cautiverio y así asegurar la conservación de una especie que se creía extinta. Mientras tanto, los otros 20 permanecieron en la isla para tratar de incrementar su reducida población, mientras el gobierno australiano colaboró con su parte limitando el acceso al islote sólo para fines medioambientales y de carácter científico.


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