Lo normal es que el más fuerte se imponga sobre el más débil. Eso sucede
casi siempre, mas no en todos los casos. En la naturaleza, en muchas
oportunidades, el predador no siempre resulta ser más poderoso, ni el hervíboro es la víctima indefensa.
Y
dicha tendencia, en el Jurásico era algo aún mucho más común. Si bien
los carnívoros eran criaturas temibles, provistas de afiladas
dentaduras, el resto de los dinosaurios no se quedaban atrás, pues
suplían esos dientes como dagas por duras corazas, colas con puntas, o
bien grandes cuernos. Dentro de este grupo -conocido como ceratópsidos- estaba el Triceratops, que es el más popular de todos ellos, y probablemente en segundo dinosaurio más famoso, después del Tiranosaurio Rex.
De hecho, el duelo entre estos dos verdaderos colosos, como lo eran el Tiranosaurio Rex y el Triceratops, debe de haber sido algo impresionante. Ambos eran dos moles, uno fierísimo
y con mandíbulas que trituraban los cráneos de sus víctimas, y en otro
con un par de cachos hechos para perforar a cualquiera que se le pusiera
en frente.
Algunas veces, era el Tiranosaurio el que ganaba. Pero cuando se daban ciertas circunstancias, el Triceratops
daba una estocada perfecta, la cuál penetraba hasta las propias
vísceras del carnívoro. Ahí se daba que el victimario terminaba siendo
la víctima: el cazador cazado...
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