Dentro del panteón de
esta cultura del norte de África existieron numerosas criaturas realmente
insólitas y singulares. Acá les mostramos una de las más importantes de ellas
Si por algo se caracterizó la cultura egipcia fue por su
frondosa y creativa mitología. Gran parte de su panteón politeísta poseía
personajes únicos que no se repitieron en ninguna otra civilización, siendo la mayoría
de ellos seres zoomorfos, con aspectos que estaban a medio camino entre humanos
y bestias. Dentro de esos dioses, tal vez uno de los más extraños era Ammyt,
una criatura siniestra con cabeza de cocodrilo, exuberante melena de león,
patas delanteras de leopardo y traseras de hipopótamo. Pero aparte de su
apariencia monstruosa, lo que en verdad hacía diferente a Ammyt era su función:
era el devorador de almas, es decir era él quién decidía si los muertos
ingresaban al paradisíaco Aaru junto a Osiris, o su espíritu se corrompía para
siempre.
El siniestro Ammyt |
Según cuentan los relatos extraídos de jeroglíficos por
destacados arqueólogos, Ammyt permanecía junto a Osiris, siendo como su fiel
guardián, y era él quien presenciaba la llegada de los espíritus de la mano de
un enigmático acompañante: Anubis, una deidad con cabeza de chacal, que era el
balsero de la muerte o también llamado “patrón de la necrópolis”. En su otra
mano, Anubis llevaba el corazón del fallecido, el cual era pasado en una
balanza bajo la atenta mirada de Ammyt. Si ese corazón espiritual pesaba más
que una pluma, significaba que era impuro, y por ende Ammyt tenía que
comérselo. Los muertos a los cuales Ammyt les trituraba su alma, no podrían
llegar jamás al paraíso y serían castigados por siempre en un purgatorio de
sufrimiento y aflicción.
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