En tiempos en que el eslogan vende más que el argumento en política, la ultraizquierda se ha transformado en una verdadera máquina de caricaturizar burdamente a los votantes derechistas de nuestro país.
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Votantes de derecha. |
La verdad es que la mayoría de los chilenos tiene preocupaciones muy concretas que poco tienen que ver con las obsesiones ideológicas de la izquierda. A una mujer que teme salir de su casa por la delincuencia no le interesa que un político izquierdista en el Congreso haga malabares lingüísticos ridículos con el "todos, todas y todes". A ella sólo le interesa que su barrio sea seguro, que no la asalten en el camino a la casa. A un trabajador desempleado no le preocupa si su próximo jefe es hombre, mujer o no binario; le importa conseguir trabajo rápido y en condiciones dignas. Pero la izquierda, en su burbuja ideológica, prefiere desviar la conversación hacia discusiones semánticas y agendas identitarias que no solucionan nada.
El verdadero votante de derecha
De esta forma, en realidad muchas de las personas que hoy votan por la derecha no lo hacen por afinidad ideológica, sino por puro sentido común. Porque ven que la izquierda y la ultraizquierda no tienen respuestas ni soluciones coherentes para sus problemas reales. Cuando el discurso "progresista" se centra en criminalizar a la policía en vez de perseguir delincuentes, o en hablar de "justicia social" mientras los barrios populares se llenan de balaceras y narcotráfico, es evidente por qué tanta gente prefiere opciones políticas más pragmáticas, que son las que ofrece la derecha y no la izquierda, ni menos la ultraizquierda.
Lejos de asumir sus errores, la izquierda sigue en lo mismo: inventando nuevos enemigos imaginarios, justificando el caos y atacando a quienes no se alinean con su dogma. Mientras tanto, la delincuencia, la crisis económica y el desgobierno siguen avanzando. La gente se cansó de esperar respuestas de un sector que prefiere jugar con ideologías añejas antes que gobernar con responsabilidad.
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