Cualquier tratado entre rusos y ucranianos tiene que ser considerando la integridad territorial del país que está siendo invadido.
Desde el inicio de la invasión rusa en febrero de 2022, la guerra en Ucrania ha sido una herida abierta para el mundo. Las recientes conversaciones entre los líderes políticos de Estados Unidos, Rusia y Ucrania sobre un posible tratado de paz han reavivado el debate sobre las condiciones en que debería firmarse un acuerdo. Sin embargo, es fundamental entender que una paz basada en la cesión de territorios ucranianos no es un tratado de paz, sino una capitulación disfrazada. No se puede cercenar a Ucrania para darle rienda suelta al feroz capricho imperialista de ese tirano genocida que es Vladimir Putin.
Un peligroso precedente para el derecho internacional
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Fuerza Ucrania. |
Ya en 1938, la cesión de los Sudetes a la Alemania nazi bajo el Acuerdo de Múnich fue justificada en nombre de la paz, pero sólo sirvió para envalentonar a Adolf Hitler y acelerar la Segunda Guerra Mundial. No podemos cometer el mismo error con un desquiciado de la talla de Putin. La historia ha demostrado que las concesiones ante regímenes expansionistas solamente llevan a nuevas agresiones, no a la estabilidad.
El Memorándum de Budapest: una traición a las garantías de seguridad
En 1994, Ucrania renunció a su arsenal nuclear –el tercero más grande del mundo en aquel entonces– a cambio de garantías de seguridad de Estados Unidos, Reino Unido y Rusia, plasmadas en el Memorándum de Budapest. Este acuerdo estipulaba que las potencias firmantes respetarían la soberanía e integridad territorial ucraniana. Sin embargo, en 2014 Rusia violó ese pacto al anexar Crimea y luego lo hizo de nuevo con la brutal invasión total de 2022.
Pero lo más preocupante es que Estados Unidos, con Donald Trump en el poder, también ha incumplido este compromiso. Su negativa a brindar apoyo militar sin condiciones y su retórica ambigua sobre el conflicto han debilitado la posición de Ucrania y puesto en entredicho la confiabilidad de las garantías de seguridad internacionales. Si el Memorándum de Budapest no se respeta, y con él tampoco el Derecho Internacional, ¿qué incentivo tendrían otros países para renunciar a sus armas nucleares en el futuro?
La retórica perversa de Trump y su complicidad con Putin
Las recientes declaraciones de Donald Trump, culpando a Ucrania por no alcanzar un acuerdo con Rusia, reflejan su profunda ignorancia o su deliberada complicidad con el déspota Vladimir Putin. Pretender que la víctima debe ceder ante el agresor es una distorsión perversa de la realidad, que sólo favorece los intereses del Kremlin.
Trump ha demostrado en reiteradas ocasiones su admiración por ideas autoritarias y su desprecio por las alianzas democráticas. Desde su negativa a condenar la anexión de Crimea hasta su insistencia en que Ucrania debía negociar con Putin, su postura ha debilitado el respaldo de Occidente a Kiev y ha alimentado el relato de que la guerra es culpa de ambos bandos, cuando en realidad la responsabilidad recae enteramente en el agresor ruso.
La única paz justa: la restauración de Ucrania
Si el objetivo es una paz duradera y justa, cualquier acuerdo debe basarse en tres principios fundamentales:
- Restauración de la soberanía ucraniana: Ucrania no puede ser obligada a ceder territorio a cambio de un alto al fuego. Esto equivaldría a legitimar la invasión y a sentar las bases para futuras agresiones.
- Reconstrucción financiada por Rusia: Moscú debe asumir la responsabilidad por la destrucción que ha causado y contribuir económicamente a la reconstrucción de Ucrania.
- Justicia para los crímenes de guerra: Vladimir Putin y otros responsables de la agresión deben enfrentar la justicia internacional por los crímenes cometidos contra la población civil ucraniana. Putin debe ser juzgado en la Corte Penal de La Haya, y ser declarado en condición de prófugo de la Justicia si es que no acepta asistir a dichas instancias.
No se puede hablar de paz cuando lo que se propone es una mutilación territorial disfrazada de acuerdo. La comunidad internacional no puede permitir que la brutalidad y la violencia sean recompensadas. Ucrania no sólo lucha por su propia supervivencia, sino por la estabilidad del orden global. Si se permite que Rusia se quede con el botín de guerra, se abrirán las puertas a una era de caos donde las fronteras serán decididas por la fuerza, y no por el derecho. El Memorándum de Budapest debe de respetarse en forma íntegra, más allá de lo que digan dos dementes de la calaña de Putin y Trump.
La paz no se construye sobre la rendición de los débiles ante los fuertes. La verdadera paz solo será posible cuando Ucrania recupere lo que es suyo por derecho: su tierra, su soberanía y su dignidad.
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