domingo, 25 de agosto de 2024

Chile con el Partido Comunista al mando: La excepción democrática a nivel mundial

Mientras en otros países al Comunismo sólo se le conoce por los libros de Historia, acá en nuestro país tenemos a los comunistas instalados en el Palacio de La Moneda, y a todos les parece absolutamente normal.

En el contexto global, la mayoría de las democracias modernas han dejado atrás la influencia significativa y brutal de los partidos de índole comunista. Este tipo de ideología ha sido relegada a las páginas de los libros de historia, asociada generalmente con épocas de sufrimiento, conflicto, represión y fracasos económicos rotundos. Sin embargo, Chile parece ser una excepción notable a esta tendencia. Lamentablemente, en nuestro país, el Partido Comunista (PC) no sólo sigue siendo una fuerza política activa, sino que ha logrado convertirse en una de las más influyentes dentro de la coalición del actual gobierno. Esta realidad plantea preguntas fundamentales sobre la dirección que está tomando la nación y el impacto que podría tener esta negativa influencia en el futuro de la democracia chilena.

El resurgimiento del PC en Chile no es un fenómeno aislado, sino que ha sido potenciado por su alianza con el Frente Amplio, una agrupación neomarxista que, aunque joven, ha logrado posicionarse como un actor clave en la política nacional. Juntos, han conformado una coalición que gobierna el país, representando un espectro político que muchos consideran radical, y que en otras naciones sería visto con recelo y preocupación.

La política chilena es un caso aparte 

NO al Comunismo.
Lo que resulta más sorprendente es que esta influencia comunista en Chile no se ve en ninguna otra democracia consolidada del mundo. En Europa, los partidos comunistas que alguna vez fueron poderosos han perdido relevancia, limitándose a grupos marginales con escasa representación parlamentaria. En América Latina, aunque algunos países han experimentado oleadas de populismo de izquierda, estos movimientos rara vez se han alineado explícitamente con el comunismo tradicional. Chile, sin embargo, parece estar nadando contra la corriente global. Somos una lamentable excepción a nivel mundial.

Este brutal predominio del PC y de los neomarxistas del Frente Amplio no está exento de críticas. Muchos opinólogos políticos temen que la agenda económica y social promovida por estos grupos esté encaminada a implementar políticas que, lejos de fomentar el desarrollo, podrían llevar al país por un camino de estancamiento y retroceso. Las reformas tributarias, los cambios en la legislación laboral y las propuestas para una nueva constitución han sido señaladas como intentos de moldear la economía y la sociedad chilena según un modelo que ha fracasado en múltiples ocasiones a lo largo de la historia.

Además, existe una preocupación legítima sobre cómo esta influencia podría afectar las libertades individuales y la calidad de la democracia en Chile. La historia ha demostrado que el Comunismo, en su búsqueda demagógica de un ideal igualitario, tiende a sacrificar la libertad en el altar de la igualdad. En su forma más pura, la ideología comunista ha dado lugar a regímenes autoritarios que han oprimido a su pueblo, restringido la libertad de expresión y suprimido la oposición política. ¿Es este el futuro que queremos para Chile? Al menos buena parte del electorado chileno sí desea vivir este oscuro panorama.

Chile sigue siendo una democracia vibrante... hasta ahora

Por supuesto, es necesario reconocer que Chile sigue siendo una democracia vibrante, con un sistema electoral libre y una sociedad civil activa. Sin embargo, la pregunta crucial es si esta democracia puede mantenerse intacta bajo la creciente influencia de una ideología que, históricamente, ha mostrado un desprecio por los principios democráticos fundamentales. No por nada, el Partido Comunista defendió y fomentó el estallido antisocial del 2019, que le costó a nuestro país la enorme cifra de 18 mil millones de dólares, y perfectamente podría volver a repetirse en caso de que ellos retornen a la oposición.

Así podemos constatar que la influencia del Partido Comunista y del Frente Amplio en la política chilena es una anomalía en el contexto global. Mientras en otras democracias se reconoce al demencial  Comunismo como una reliquia del pasado, en Chile se ha convertido en una fuerza política  predominante. Este hecho debe ser motivo de reflexión profunda para todos los chilenos. 

La dirección que tome el país en los próximos años dependerá de la capacidad de su sociedad para equilibrar las demandas de equidad con la necesidad de preservar la libertad, el crecimiento económico y la prosperidad. En última instancia, Chile debe decidir si quiere ser una excepción en el mundo democrático o si prefiere alinearse con las lecciones aprendidas por otras naciones que han dejado atrás el Comunismo, junto con toda su estela de destrucción, resentimiento y odiosidades.

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