Mientras los micrófonos de los programas radiales y televisivos parecen espantarse con el auge de movimientos de extrema derecha en Europa, acá en Chile todos hacen vista gorda frente a la siniestra penetración de las ideas comunistas y neomarxistas en sectores importantes de nuestra sociedad, principalmente entre los jóvenes y las mujeres.
En los últimos años, el discurso mediático de la prensa chilena se ha enfocado principalmente en el avance de la ultraderecha en Europa. Sin embargo, parece haber un silencio ensordecedor cuando se trata del crecimiento de la ultraizquierda en nuestro propio país. Actualmente, los dos partidos y conglomerados con más militantes en Chile son de extrema izquierda: el Frente Amplio y el Partido Comunista. Este fenómeno no es sólo una curiosidad política, sino que además tiene profundas implicaciones para nuestro futuro, transformándose en una amenaza evidente para la estabilidad politica de la nación.
La revolución que puso en jaque la estabilidad política
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Estallido terrorista. |
El mal llamado "estallido social" fueron seis meses de terrorismo y vandalismo, y solamente un comunista muy fanático o un psicópata podrían asegurar lo contrario. Esta revolución delictual, gestada y alimentada en gran parte por sectores de la ultraizquierda, mostró una cara radical que no sólo busca reformas, sino una transformación total del sistema. De partida, su objetivo original era tan perverso como siniestro: derrocar por la fuerza al Presidente Piñera, y si de ellos hubiera dependido lo habrían sacado a patadas del Palacio de La Moneda, para después torturarlo en una plaza pública.
Una estrategia brillantemente planificada
Para entender cómo la ultraizquierda ha pasado de ser una minoría marginal a tener una influencia tan significativa en la política chilena, es crucial examinar el mecanismo que ha utilizado para lograrlo: el adoctrinamiento masivo con ideas de izquierda en colegios y universidades. Desde los años 90, cuando apenas representaban el 5% del electorado, hasta alcanzar casi el 40% en la actualidad, la estrategia ha sido clara y efectiva. Sin lugar a dudas, un trabajo de joyería que merece ser analizado en profundidad, pero del que muchos evitan referirse, al ser éste un tema tabú para los opinólogos de la coyuntura noticiosa en nuestro país.
La educación ha sido uno de los principales campos de batalla de la extrema izquierda chilena. A través de currículos diseñados para resaltar las luchas sociales y las supuestas "injusticias" del sistema capitalista, se ha inculcado en diversas generaciones de jóvenes una visión crítica del status quo. Profesores y académicos, muchos de ellos de ellos simpatizantes de la izquierda radical, han jugado un papel crucial en esta labor de formación de conciencias. Los movimientos estudiantiles, a menudo liderados por activistas de ultraizquierda, también han contribuido a radicalizar a los jóvenes, que se han mostrado muy receptivos frente a esta propuesta dialéctica de "opresor - oprimido".
Las redes sociales: el caldo de cultivo para replicar el neomarxismo
Además, el uso de las redes sociales y los medios de comunicación alternativos han permitido a estos sectores ideológicamente extremos la posibilidad de difundir su mensaje de odio y resentimiento de una manera tan rápida como eficaz. La narrativa de la lucha contra la desigualdad y la "injusticia social" resuena entre muchos chilenos, especialmente en un contexto de crecientes brechas económicas y falta de oportunidades. De esa forma, pasar del impulso que querer más equidad a odiar al que opina distinto, es solamente un paso casi imperceptible.
Sin embargo, este avance del neomarxismo en Chile no está exento de peligros. La historia nos muestra que los movimientos radicales, sobre todo los que son cercanos al Comunismo y sus derivados, tienden a llevar a las sociedades a extremos indeseables. La polarización, la intolerancia hacia las opiniones disidentes y la posibilidad de que se implementen políticas económicas utópicas y poco realistas son riesgos que no debemos subestimar. De lo contrario, es cosa de mirar hacia Venezuela y el caos provocado por el tirano Nicolás Maduro para ver una demostración empírica de lo que es un gobierno de ultraizquierda cuando no tiene una oposición con el peso real para hacerle frente.
Es hora de frenar el avance de la ultraizquierda en Chile
Ya es hora de que empecemos a hablar con más franqueza sobre el avance de la ultraizquierda en Chile. Si los medios y la prensa no lo hacen, tenemos que hacerlo nosotros. Ignorar esta realidad no sólo es ser irresponsables, sino que también nos deja vulnerables ante los potenciales desastres que pueden surgir de una política dominada por extremos. De hecho, no podemos descartar a futuro un nuevo estallido antisocial como el del 2019, siempre y cuando el gobierno vuelva a ser de derecha o de centroderecha. Si algún día nuestro país vuelve a tener un Presidente de tendencia más bien neoliberal, los orcos terroristas harán todo lo humanamente posible para derrocarlo, al precio que sea necesario.
Es por este motivo que necesitamos un debate equilibrado y una vigilancia constante para asegurar que las ideas radicales del neomarxismo no socaven la democracia y la estabilidad de nuestro país. No vaya a ser que pronto tengamos que arrepentirnos de haber guardado silencio cuando tendríamos que haber alzado la voz.
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