En la sociedad actual, los impuestos son un tema que genera controversia y debates acalorados. Uno de los impuestos más criticados por su naturaleza injusta y perpetua son las contribuciones. Las voces que claman por una reforma tributaria en Chile son cada vez más fuertes por parte de la izquierda y la ultraizquierda, pero a ellos les respondo sin complejos: la única reforma tributaria que necesitamos es bajar los impuestos, y terminar para siempre con el robo de las contribuciones.
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¡No más contribuciones! |
La idea de que uno deba pagar impuestos de por vida por algo que ya le pertenece es, sin duda, cuestionable y genera un sentimiento de injusticia en la población que se ve obligada a cumplir con esta carga en forma perpetua. Tener que estar pagando toda la vida por algo que ya es de uno no sólo es injusto: es un acto criminal, es la opresión más brutal que puede ejercer el Estado por sobre el ciudadano.
Es entendible que muchos consideren esta práctica injusta como un robo descarado y un lastre para la economía personal. ¿Cómo es posible que se exija a los ciudadanos pagar impuestos perpetuos por el mero hecho de ser dueños de una propiedad? Este enfoque parece desvirtuar la finalidad de los impuestos, que deberían utilizarse para financiar servicios y proyectos que beneficien al conjunto de la sociedad.
Además de su carácter injusto, las contribuciones son una carga financiera para muchos ciudadanos, especialmente para aquellos con recursos económicos limitados. El cobro de contribuciones puede afectar la capacidad de las personas para invertir, mejorar sus viviendas o impulsar su desarrollo personal y profesional. Para muchos, las contribuciones se convierten en un obstáculo para alcanzar una mejor calidad de vida y dificultan el acceso a la propiedad y el progreso económico. Y lo peor de todo es el castigo si no las pagas: el Estado te expropia y te remata tu propia casa... ¿puede haber algo más brutalmente opresivo que eso? No creo.
Una reforma tributaria efectiva debe tomar en consideración estas preocupaciones legítimas y buscar alternativas más equitativas y justas para financiar el Estado. Abogar por la abolición de las contribuciones no implica desconocer la necesidad de recursos para el país, sino más bien encontrar fórmulas que no recaigan desproporcionadamente sobre los propietarios y que permitan un desarrollo equitativo para toda la sociedad. Por ejemplo, si el argumento para tener que pagar las contribuciones es el aseo y ornato de las calles, que tenga que pagarse mensualmente una cuota para ello, y de lo contrario no se le retira la basura de la casa, o bien se le corta la luz, el agua u otros servicios básicos como medida de presión. Pero que te rematen tu propia casa es ya algo criminal, un verdadero delito amparado por los políticos nefastos.
De esta forma, las contribuciones ciertamente pueden ser consideradas un impuesto macabro que afecta a los ciudadanos de por vida. Es comprensible que muchos clamen por su abolición, ya que se exige a la gente pagar por algo que ya les pertenece. Sin embargo, es necesario que la discusión sobre una reforma tributaria vaya más allá de simples consignas y considere la complejidad del sistema fiscal y las implicaciones de una alza generalizada de impuestos, tal como quiere el gobierno neomarxista de Gabriel Boric. Abogar por una reforma tributaria efectiva implica abordar cuestiones más profundas, como las variables macroeconómicas, la eficiencia y la transparencia en la recaudación, además del buen uso de los fondos públicos. Es sólo a través de un debate informado y balanceado que podremos encontrar soluciones sostenibles que beneficien a todos los ciudadanos, y que aseguren un desarrollo sostenible y próspero para Chile.
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