sábado, 10 de septiembre de 2022

Debate constitucional en Chile: ¿Qué se debe hacer ahora?

Tras la victoria del Rechazo, los partidos políticos tendrán que ponerse de acuerdo respecto a qué camino se debe seguir.

El Rechazo sacó el 62%.
Chile estuvo ad-portas de caer en las garras de una Constitución neomarxista, pero afortunadamente se salvó. El triunfo del Rechazo nos permite respirar tranquilos, al menos por ahora. Sin embargo, también hay que decirlo: la falta de claridad sobre el camino a seguir ha hecho que día tras día aumente la incertidumbre, lo cual golpea en forma directa la estabilidad económica del país y también el bolsillo de millones de compatriotas. 

En ese sentido, hay que ser franco: esos afiebrados que todavía insisten en repetir la traumática experiencia de una Convención Constituyente deberán hacerse responsables de la incertidumbre galopante que afecta a nuestro país. Y acá me refiero a los políticos, pero también a los grupos violentistas de ultraizquierda que ejercen el siniestro rol de "brazo armado" de ciertos sectores ideológicos extremos. 

Antes de hacer cualquier evaluación, es importante detenerse unos minutos a analizar quiénes componen el grupo que apoyó al Rechazo, que fue la opción ganadora del Plebiscito, con más del 60% de los votos. El sufragio de quienes optaron por el Rechazo es bastante heterogéneo, pues va desde la persona que no le quiere cambiar ni una coma a la actual Constitución hasta el que estuvo indeciso hasta último minuto, y que efectivamente quiere una nueva Constitución (y también desea repetir la experiencia de la Convención Constituyente, pero con otros representantes). Esta cualidad de ser tan heterogéneo fue lo que le dio la victoria al Rechazo, pero también puede ser un problema a la hora de analizar cuál es la verdadera voluntad de ese 62% de chilenos que rechazaron la propuesta que presentó la fracasada Convención Constituyente.

También hay que admitir un punto que es muy importante en este debate: los partidos de centroderecha durante la campaña se comprometieron a avanzar hacia una nueva Constitución, pero no la que se estaba proponiendo, que resultaba ser una amenaza terrorífica para el país en muchos flancos. Ese tema es fundamental, porque creo que en política (y también en la vida), uno siempre debe cumplir lo que promete. 

Una vez dicho esto, es crucial aclarar que no se puede realizar una Convención Constituyente similar a la que fracasó con su deficiente texto constitucional. Claramente hay que buscar otra alternativa, ¿pero cuál? Aquí creo que lo ideal sería comenzar todo con un plebiscito de entrada, nuevamente. Hay cuatro opciones concretas al respecto:

1) Dejar la actual Constitución tal como está.

2) Mantener la actual Constitución, pero modificarla en el Congreso gracias a la reforma que permite hacerlo con el quórum de 4/7. 

3) Hacer una nueva Convención Constituyente, pero distinta a la anterior. Es decir, sin los polémicos cuoteos por sexo ni por raza (o sea, sin la paridad ni los escaños reservados), además sin los falsos independientes y además con constituyentes que posean mucha más preparación en esta temática tan específica. 

4) Una Convención Constituyente igual a la que ya fracasó con su fallido texto constitucional. Es decir, con sus mismas reglas del juego.

Creo que previo a ese plebiscito de entrada, hay que ser vivo y adelantarse a los hechos: la izquierda es pragmática y muy organizada, y se cuadrará completa en torno a la cuarta propuesta, por lo que es mejor disminuir el número de opciones a dos alternativas, para contrarrestar este factor (que no es menor). Si bien la primera opción (mantener la Constitución actual sin cambios) me agrada bastante, creo que no están las cosas para algo así, ya que es mejor transar en algo, para así evitar un daño que podría ser mayor. Si bien el artículo 142 de la actual Constitución deja muy en claro que si perdía el Apruebo se mantendría la Constitución vigente, creo que lo mejor es ceder en ese punto (para que el adversario también haga lo mismo). Es una jugada arriesgada, pero es la única alternativa que aparece como viable frente al momento actual que vive el país.

Una vez solucionado este tema, hay que dar una lucha ideológica potente, para así fijar una crucial idea entre los electores: la paridad y los escaños reservados son un claro ejemplo de fraude electoral, ya que con ellos se altera a la mala la legítima votación obtenida en las urnas. De esa forma, hay que desistir de la alternativa de repetir la Convención Constituyente con las mismas reglas de la anterior, ya que ese modelo fracasó, y lo hizo de forma estrepitosa.

El plebiscito de entrada debe considerar las dos opciones intermedias, lo cual implica que ambos sectores políticos opuestos habrán transado en algún punto. Es así como las alternativas que deben ir en esa papeleta deben ser mantener la Constitución actual, pero modificarla en el Congreso, y la otra debe ser la de la Convención Constituyente sin escaños reservados, sin paridad, sin falsos independientes, con gente mucho más preparada, y con un quórum de 2/3 para fijar las normas constitucionales. Y todas estas votaciones deben ser obligatorias, es decir con el padrón completo de la población. Punto.

Acá es donde entra a jugar la que debe ser la estrategia comunicacional de la derecha y la centroderecha, ya que al proponer este camino válido, hay que hacérselo ver a la ciudadanía: si todo esto fracasa, es porque así lo quiere la izquierda, gracias a su tozudez de insistir en la Convención Constituyente con las mismas reglas del juego de la anterior. Esa opción ya no es viable, entre otros motivos por el rutilante resultado del plebiscito del 04 de septiembre.

La política se gana por las propuestas ideológicas, pero también gracias a las estrategias comunicacionales. Si la derecha propone una alternativa concreta para que la gente decida qué hacer en el tema constitucional, y es la izquierda la que se opone a ella, que todos sepan que es la izquierda la que hizo naufragar el debate. Los políticos izquierdistas ya están enfocados en mostrar el colapso del eslogan "Rechazo para reformar", y es ahí donde la derecha tiene que ser más viva y tratar de endosarle la culpabilidad al oficialismo. Si no se logra un acuerdo, la culpa será de aquellos que quieren la misma Convención Constituyente fracasada del Apruebo.

Bajo ninguna circunstancia se debe aceptar que la izquierda imponga su alternativa, que es la Convención Constitucional con los fraudes electorales de los escaños reservados y la paridad. Si la ultraizquierda insiste en semejante engendro, hay que aplicar el artículo 142 de la Constitución aún vigente y cerrar la puerta por fuera. En ese caso, habrá que emplazarlos públicamente para que ellos se hagan cargo del fracaso de las conversaciones bilaterales. La cosa es simple, pues ahora el sartén por el mango lo tiene el Rechazo, y ahí hay que ser súper directo con el gobierno: o lo toman, o lo dejan. No queda otra alternativa. Chile está primero, como siempre debió haber sido. 

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