sábado, 25 de diciembre de 2021

Más que una nueva Constitución, lo que se necesita es una nueva Convención Constituyente

Lamentablemente, creo que la actual Constitución de Chile ya está muerta: la apuesta debe ser un nuevo órgano para redactar la Carta Magna.

Con el triunfo electoral de Gabriel Boric, todo el futuro político de Chile se complica de sobremanera. Hoy por hoy, nuestro país es como un avión que se está incendiando y se va estrellando. Ya no se puede evitar que caiga, pero todavía se puede impedir que caiga de punta. Eso que puede parecer una cruda metáfora, es una cruenta representación del complejo momento por el que atraviesa el Chile post Estallido Antisocial. 

Uno de los puntos más candentes dentro de la política chilena sigue siendo la nefasta Convención Constituyente, que de un tiempo a esta parte se ha transformado en una verdadera piedra en el zapato para nuestra nación. Es tal la ineptitud de los constituyentes (no todos, pero sí la gran mayoría) que en más de siete meses todavía ni siquiera han logrado redactar un solo párrafo de la nueva Carta Magna del país. 

Y lo peor de todo es que el electorado -sobre todo el electorado joven- está totalmente idiotizado y embobado con el Neomarxismo, así que es muy probable que de hacerse el Plebiscito de Salida, igual terminen aprobando el mamarracho. El "circo constituyente" definitivamente no ha estado a la altura, y de hecho llega a ser ya medio sospechosa tanta ineptitud: ¿no será acaso que todo esto es un show mediático, y la nueva Constitución ya la tienen escrita hace rato, gracias a la labor de ideólogos como Fernando Atria? De parte de la izquierda miserable, todo se puede esperar. 

Considerando que si se hace el Plebiscito de Salida, lo más probable es que se apruebe la Nueva Constitución, sólo quedan dos opciones posibles. La primera alternativa es bastante lógica: tratar de alargar el plazo para redactar la Nueva Constitución, apelando a que mientras más tiempo pase, más aburrida se irá poniendo la gente a causa del desgobierno de Gabriel Boric, lo que debería afectar también la imagen del proceso constituyente, al que comenzarán a ver como "un fraude". Y la otra opción (que va de la mano con la primera) es que los parlamentarios de derecha cambien las reglas del juego y hagan que el Plebiscito de Salida no signifique volver a la antigua Constitución (la de 1980, pero que ahora lleva la firma de Ricardo Lagos), sino que signifique justamente un nuevo proceso constituyente, pero mucho más serio y profesional que el actual.

Más que una Nueva Constitución, lo que Chile necesita es una nueva Convención Constituyente. La actual Convención Constituyente posee dos defectos gravísimos, los que le impedirán crear un texto coherente y razonable. Su primer vicio es estar conformada en gran parte por iletrados y analfabetos desde el punto de vista jurídico. Su segundo problema es que más de un tercio de sus integrantes son falsos independientes, es decir izquierdistas comunistas no militantes que se disfrazaron de independientes para apelar al voto de la gente descontenta con el sistema político en general. 

Es imperioso que se haga una nueva Convención Constituyente, pero mucho más profesional que la actual. Esta debería de ser elegida por el Congreso Nacional que se conformará a partir de marzo, o bien llamar a nuevas elecciones de constituyentes (lo cual ya sería muchísimo más engorroso). Por un tema de costo, es mejor la primera alternativa. Además, al ser el futuro Congreso escogido por millones de chilenos, esa Convención Constituyente (nombrada en forma proporcional por los futuros diputados y senadores) también gozaría de una evidente legitimidad. Ese es un punto, pero el más importante sería la calidad de los constituyentes: esta nueva Convención Constituyente debería de estar conformada en forma íntegra por abogados constitucionalistas, elegidos proporcionalmente por los parlamentarios, y además ser un número mucho más bajo a los 155 actuales, lo que facilitaría mucho más el diálogo entre las distintas partes. La actual Convención Constituyente ya no dio el ancho, y hay que bajarle el pulgar antes de que ya sea demasiado tarde. Tal vez, esa sea la última alternativa para salvar a Chile.

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