Desde que Chile es Chile pueden contabilizarse un total de diez textos constitucionales, algunos previos a nuestra Independencia y otros posteriores a ella: 1811, 1812, 1814, 1818, 1822, 1823, 1828, 1833, 1925 y 1980. Sin embargo, el del 2022 (fecha en que ya debería de estar concluido el documento) será histórico, pues será la primera Constitución forjada gracias a un Estallido Terrorista protagonizado por vándalos y pirómanos mentalmente desquiciados, y empujada en silencio por el Comunismo, el Neomarxismo y por toda la ultraizquierda cavernaria.
El debate constitucional ya está desparramado desde hace tiempo, sin embargo esta semana comienza de manera formal. Es así como en el refaccionado y hermoso Palacio Pereira se darán cita los 155 constituyentes escogidos por el electorado chileno, los cuales en su gran mayoría representan a las mismas ideas de ultraizquierda que empujaron esta revolución que terminó con cientos de negocios saqueados, decenas de iglesias en llamas, y millones de chilenos cesantes tras perder sus respectivas fuentes laborales a causa de la violencia destructiva. Por muy insólito que suene, el terrorismo urbano estará muy bien representado en esta Convención Constitucional. Triste pero cierto.
Culpables de esto son muchos, desde el Presidente de la República hacia abajo. Esperar cordura de un proceso que nació de la mano del Terrorismo es muy difícil, casi imposible. Mas no queda otra que pedir algo de prudencia y moderación donde claramente no la hay. Es brutal que la futura Constitución que regirá el destino futuro de nuestro país esté encabezada por gente que promueve el mismo Neomarxismo que tiene a Venezuela en la crisis humanitaria más descomunal de toda su Historia, pero al parecer ese es el Chile que muchos escogieron.
Ojalá que las voces que representan la mesura y la sensatez sean más escuchadas que aquellas que enarbolan las banderas del vandalismo, la lucha de clases y el caos social. Difícil, pero en política como en la vida, la esperanza es lo último que se pierde.
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