En plena época del hombre de las cavernas existió en diversos lugares un animal extraordinario, que de haber logrado sobrevivir hasta nuestros días habría sido uno de los más interesantes para conocer: el Anancus. Este proboscideo prehistórico estaba emparentado con el mastodonte, pero también guardaba mucha similitud con el elefante actual.
Anancus y sus enormes colmillos |
Habitante de las llanuras y estepas de Eurasia durante el Pleistoceno, el Anancus arvernensis fue un herbívoro de carácter apacible, el cual pasaba largas jornadas pastando tranquilamente junto a otros cuadrúpedos. Con una altura de poco más de tres metros, su apariencia era bastante parecida a la del elefante, pero con unas patas un poco más chatas y cortas. Sin embargo, su mayor sello distintivo eran sus colmillos colosales, que medían hasta cuatro metros de largo.
Si bien no se sabe con exactitud cuál era la utilidad de estos brutales colmillos, lo más probable es que hayan sido un efectivo mecanismo de defensa en caso de ser atacado. Ni siquiera para el carnívoro más feroz sería fácil embestir al anancus, ya que un certero golpe con esos colmillos habría sido suficiente para atravesarle el tórax a cualquier felino o romperle el cráneo hasta al más bravo de los sabuesos primitivos.
De todas formas, y lamentablemente para este maravilloso y majestuoso animal, ni siquiera sus colmillos de cuatro metros de largo fueron suficientes para detener al predador más salvaje y voraz que ha conocido nuestro planeta: el ser humano. En un mundo cruel, dónde ambas especies nunca pudieron coexistir, la triste extinción del anancus terminó siendo inevitable.
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