domingo, 28 de enero de 2018

Galería de imágenes: Stegodon






Stegodon: El elefante primitivo de colmillos gigantes

Este impresionante proboscídeo existió durante el Plioceno y el Pleistoceno, extinguiéndose recién hace unos 4 mil años.
El imponente Stegodon

Uno de los proboscídeos más increíbles que han existido fue el magnífico Stegodon ("Diente con techo"), el cual fue nada menos que un género evolutivo compuesto por varias especies de paquidermos que se caracterizaron por tener unos colmillos hiperdesarrollados.

Los Stegodon vivieron en día es Asia durante el Plioceno y el Pleistoceno, apareciendo hace 11,6 millones de años y extinguiéndose recién hace 4.100 años. Los ejemplares de mayor tamaño medían 4 metros en cruz (hasta los hombros), 5 metros de altura hasta la cabeza, y 8 metros de largo. Sin embargo uno de sus principales distintivos eran sus enormes colmillos que llegaban a medir hasta tres metros de largo. Debido al peso que le significaban sus colmillos bestiales, este mamífero estaba dotado de una notable y poderosa musculatura cervical.

Si bien por mucho tiempo se pensó que los stegodones fueron parte de un tronco evolutivo común con los elefantes actuales y los mamuts, la ciencia ha determinado que en realidad no estaban emparentados, pese a sus evidentes similitudes morfológicas. Es decir, el extinto Stegodon no puede ser considerado un antepasado del elefante, ni de ninguna otra criatura contemporánea.

sábado, 27 de enero de 2018

Galería de fotos: Búfalo americano









36 horas de martirio: La épica lucha de un búfalo por sobrevivir

La mayoría de los animales salvajes -por no decir todos- deben luchar para sobrevivir. Y eso implica, como no, una alta cuota de estoicismo para soportar jornadas de sufrimiento. Pero este caso de un aguerrido bisonte, criatura en principio apacible, fue el ejemplo emblemático de que esta situación puede llegar hasta extremos inimaginables.

Todo empezó una fría tarde de invierno en un remoto punto de Norteamérica. Una manada de cinco lobos patrullaban hambrientos en búsqueda de algo de comer. El alimento escaseaba en aquel lugar, por lo que cualquier presa habría sido un manjar que los salvaría de la inanición. Llevaban ya varios kilómetros recorridos, pero nada. Todo era pasto cubierto por planchones de nieve, algún ave que los observaba con desconfianza desde las alturas, y más estepa quemada por las heladas.

Un héroe que luchó por su vida.

Cuando las esperanzas parecían perdidas para este grupo de cánidos, se encontraron con la víctima que en teoría no era la ideal: un enorme búfalo americano de más de una tonelada de peso. Si bien alcanzaría para saciar el hambre de todos, sus descomunales dimensiones intimidaban, al igual que su imponente cornamenta. Pero claro: pensaron que al ser lobos, el que tenía que temer era el gigante herbívoro, y no ellos. Se estaban desfalleciendo de hambre, y a esas alturas no podían regodearse.

El bisonte estaba solo, y también se encontraba debilitado por la falta de alimento. Pese a ser un macho recio y muy sano, una nevazón intensa lo había desorientado y perdido de su familia. Al ver a sus posibles victimarios supo desde un comienzo que ya no le servía de nada seguir siendo un rumiante apacible y pacífico. Para él, la consigna ahora era una sola: matar o morir. Poco importaba que fuera uno contra cinco. Sólo le preocupaba luchar para no ser comido.

El enorme cachudo se puso enfrente de sus cinco cancerberos. Él los superaba en peso y sabía que un golpe bien dado con su cornamenta podía destrozar a cualquiera de ellos. Pero también sabía que las mordidas de sus feroces adversarios de seguro le provocarían dolores inimaginables, como nunca antes había sentido.

Quien primero atacó fue uno de los lobos, el cual se abalanzó con velocidad. Su ataque fue rápido como un rayo. El resultado fue un par de gotas de sangre que salieron de una de las patas delanteras del enorme animal. Por su parte, el búfalo no alcanzó a reaccionar antes de ser mordido: sus movimientos eran demasiado lentos y pesados frente al de sus ágiles adversarios.

Al ver el éxito relativo de su compañero, otros dos lobos se tiraron con todo por la presa. Resultado: varios mordiscos en las extremidades del búfalo, y un par de bramidos de dolor por parte de éste. En eso, atacan los otros restantes. El pobre bisonte no lo podía creer: su piel estaba desgarrada, la sangre le brotaba por todas partes… y él no alcanzaba a reaccionar ante tan súbitos embates. ¿Se puede decir que un animal siente tristeza? Si fuera así, ese era precisamente el sentimiento que dominaba en ese momento la cabeza de el gigante cuernudo, aún más que el dolor y la impotencia.

Él sabía que algo tenía que hacer, así que empezó a tratar de dar golpes a sus oponentes, ya sea con su cabeza o con sus adoloridas extremidades. En eso, un golpe dado con sus patas traseras impactó en algo: era uno de los lobos, el cual voló un par de metros para caer de costado. El animal se paró a duras penas, dio un par de pasos aún mareado por el choque, y volvió a caer. Ahí, el bisonte vio una posibilidad de venganza: esa sería su primera víctima. Olvidando el ardor de las heridas, se concentró en ese animal lisiado que trastabillaba: le dio un feroz cornazo con toda su potencia. Ahí, se sintió un hondo y profundo quejido, una quebradura de huesos en el tórax del lobo, y la sangre oscura que salía de sus entrañas. No se paró más: el carnívoro había muerto.

Eso le dio nuevas energías al corpulento rumiante. Ahora estaba él contra cuatro. Pero los lobos tampoco parecían amedrentados, pues ellos estaban conscientes de que si no le daban muerte al bisonte, quienes perecerían -y de hambre- serían ellos. Esta batalla era un ejemplo tangible de la cruda vida salvaje, donde termina por imponerse el más fuerte… aunque también a veces el más numeroso y organizado.

De este modo, la pelea se prolongó por un tiempo que parecía interminable. Ya había anochecido, y a ratos se sentían aullidos, quejidos y golpes, la mayoría de los cuales no daban con su objetivo. Pasaron horas y salió nuevamente la luz diurna. El búfalo estaba literalmente bañado en sangre. Los cazadores tampoco estaban bien, pues el hambre los tenía a mal traer, además que tres de ellos ya cojeaban producto de la eficiente defensa del gigante cornudo.

En total, fueron 36 largas y extenuantes horas las que duró el crudo asalto. Sí: un día y medio de dolor y sanguinolento combate. Al final, el bisonte, con la vista nublada por su propia sangre que ya le cubría buena parte de la cabeza, terminó por derribarse pesadamente sobre el suelo nevado. Ahí, empezó a sentir los tarascones hechos con los afilados colmillos de sus captores. El dolor que sentía en ese momento era algo infernal, pues aún estaba vivo mientras era devorado por la manada. Sin embargo mucho más intensa que esa tortura física era la pena que cruzaba su mente, pues había dado lo mejor de sí para lograr mantenerse con vida, pero aún así no lo había logrado. Ahora sólo era la cena de un puñado de lobos hambrientos, y toda su lucha había sido en vano…

Nota: Esta crónica está basada en hechos de la vida real. Las palabras escritas en estas líneas están dedicadas a todos esos animales salvajes que, día a día, luchan en forma anónima para tratar de mantenerse con vida… y aún así no lo logran.

Galería de imágenes: Minotauro










Asterión relata la verdadera historia de “Teseo y el Minotauro”

Tal vez se trate de la criatura más trascendental de la mitología griega. El Minotauro, ese enorme hombre con cabeza de toro, el cual nació de la relación entre Pasífae (esposa del rey Minos) con el Toro blanco de Creta, siempre ha maravillado a muchos de los les interesan los seres bestiales. A continuación, trataremos temas de su vida, y sobre el polémico mito de Teseo.

Al llegar al laberinto de Creta, se siente con intensidad el putrefacto olor a cadáver humano. Es obvio: ahí dentro vive El Minotauro, un personaje conocido por ser cruel y despiadado… o por lo menos, eso es lo que muchos han escuchado. Su nombre real es Asterión, y se dice que sólo come carne humana… por eso el fuerte aroma a muerte que se siente a varios metros de distancia.


Asterión, el Minotauro.
Después de caminar durante una mañana entera dentro del laberinto, se aparece ahí, una descomunal silueta de casi 4 metros de altura: es Asterión. “¿Quién se atreve a llegar hasta el interior de mi laberinto después de tantos de años?”, cuestiona el gigante. Yo sólo atino a responder: “Soy Iván, que vengo a hacerte una entrevista”. Después de unos minutos de incómodo silencio, el cuernudo animal asiente con su bestial cabeza, pero no sin antes preguntar: “¿Y…. para cuál medio sería la entrevista?”, yo sólo le digo “es para mi blog personal”.

Asterión, antes que nada, ¿por qué vives acá dentro del laberinto, tan solo?
Me gusta la soledad. El laberinto es especial para mí. Nadie lo conoce mejor que yo. En él puedo recorrer, y encontrar con facilidad a mis curiosas víctimas. Ellos (las víctimas) no se ubican muy bien acá adentro. Se pierden en medio de la oscuridad del lugar. Así, me es muy sencillo interceptarlos, y molerlos a golpes y mordiscos.

– Pero, si es sólo a golpes y mordiscos, ¿por qué llevas armas contigo?
Es que no siempre es tan fácil. Ellos siempre vienen armados. Y nunca andan en solitario. Son criaturas cobardes, a los que les gusta luchar en superioridad numérica. Pero creo que casi nunca he tenido que usar las armas para vencer a un humano. Las armas las uso para enfrentar a los dioses y semi-dioses.

– ¿Y qué tal para enfrentar a… Teseo?
Ese mito me da mucha rabia. Todos creen que Teseo me venció. Pero eso es una gran mentira. Es más: Teseo jamás salió vivo de este laberinto. Eso sí, ha sido el único que ha logrado salir… o por lo menos parte de él. Me acuerdo que esa vez lo vencí y fui a lanzar su cabeza afuera del laberinto, para que todos la vieran. Causó un impacto muy grande entre la gente, que tenían la esperanza de que él me venciera… pero, ¿cómo iba a vencerme un simple humano? (responde entre carcajadas que hacen retumbar las paredes). Si algo tenían que inventar para no quedar humillados de esa forma…

– ¿Así que toda esa historia es una gran mentira?
Obvio. El humano es un ser arrogante por naturaleza. Se cree una especie superior, y no pueden ver que haya alguien que los derrote con tanta facilidad. Es cierto: Teseo tuvo una actitud heroica, pues entro solo, sin compañía, a pelear contra mí. Eran él y su espada contra el gran Asterión. Recuerdo que me dio un par de estocadas con su arma, antes de que se le quebrara, pues una simple espada es incapaz de penetrar mi dura piel. Después de que se le rompió la espada, en vez de arrancar, como lo habría hecho cualquier otro guerrero humano, decidió enfrentarme cuerpo a cuerpo. Me golpeó en forma incesante. Pero, para qué nos vamos con cosas: yo casi ni sentí sus golpes. Bastó sólo un puñetazo mío para arrancarle la cabeza de lleno…

Y después de eso… ¿te lo comiste?
Claro, tenía hambre. Yo no almorzaba hace más de tres días. Pero ojo: dejé su cabeza, y su corazón, en señal de respeto. La cabeza la fui a tirar afuera del laberinto, donde lo esperaba toda esa gente embustera y mentirosa. El corazón de Teseo lo guardé para mí, como un trofeo de batalla.

– Ya han pasado varios miles de años desde ese acontecimiento ¿Aún guardas ese trofeo?
Naaaaa….. lo tuve ahí un tiempo, hasta que se pudrió. Después me lo tuve que comer también, pues tenía hambre. De ahí, pasó casi un año en que nadie volvió adentro del laberinto. Imagínate: él era su gran héroe, y murió casi con la misma facilidad con que murieron muchos otros, ¿que ganas iban a tener de volver a entrar al laberinto?

– ¿Y que comías durante ese período en que nadie entró?
Ese es mi mayor secreto: salía en las noches afuera del laberinto, a cazar. Nunca un humano me ha visto afuera del laberinto. O más bien: los pocos que me vieron afuera, nunca vivieron para contarlo. Me acuerdo que durante esas noches oscuras, rondaba por los campos e ingresé a una que otra casa, en busca de mi merienda. 

Asterión: ¿te consideras un tipo malo?
Bueno no soy… para nada. Pero tampoco soy menos malo que muchos humanos. Sí, lo admito: soy un cazador. Para muchos, puedo ser un personaje que abusa de su tamaño y de su fuerza física. Pero jamás voy a hacer que se extingan los humanos, ni mucho menos. Humanos siempre habrán. Nunca voy a exterminarlos a todos, pues yo solamente mato para saciar mi hambre. Ellos matan por deporte, por entretención, esa es la diferencia. Ellos han extinguido especies enteras, las cuales nunca más van a volver a aparecer. Yo jamás haría algo así.

– ¿Te imaginas algún día viviendo en un lugar que no sea El laberinto del Minotauro?
NO. En verdad, no. Este es mi hogar, lo ha sido por miles de años. Conozco el bosque, las praderas, y en ninguna parte me he sentido como acá. Para mí, el laberinto es como la tela para una araña…

– Te entiendo: te sientes solo, a ratos…
Sí, pero trato de no pensar en eso. Yo soy un ser eterno, que viviré por siempre, y me aflige pensar que siempre estaré solo. Me gustaría tener hijos o algo así.

– ¿Y nunca te haz enamorado?
No creo en el amor. Soy un guerrero. Creo en el amor carnal, en el sexo, pero no en el amor de los sentimientos. Eso queda para ustedes, los humanos… ojalá que sepan cuidar y respetar ese sentimiento que sólo tienen ustedes. Ningún otro ser de la creación lo posee, sólo ustedes.

– Muchas gracias Asterión, en verdad fue una experiencia muy interesante que me prestaras algunos minutos, para poder compartir contigo.
No, el gusto es mío. Gracias por llamarme por mi verdadero nombre, “Asterión, ya que siempre todos sólo me conocen como “El Minotauro“. Ahhhhh, estás invitado cuando quieras a mi casa, a comernos un asadito de humano (entre carcajadas).

domingo, 21 de enero de 2018

Galería de imágenes: Herrerasaurus









Herrerasaurus: Uno de los dinosaurios más primitivos de los que se tenga conocimiento

Este impresionante reptil cazador existió en Argentina hace unos 231 millones de años.


El Herrerasaurus cazador.
El Herrerasaurus bien podría ser considerado el abuelo de los dinosaurios. Si bien no se puede asegurar a ciencia cierta que haya sido el primero de los dinosaurios propiamente tales, es un hecho que comparte el podio junto a otros seres cavernarios del Triásico como lo fueron el Eoraptor y el Staurikosaurus.

La denominación de este extraño reptil que existió en Argentina hace unos 231 millones de años se debe justamente a la persona que lo descubrió: el paleontólogo Victorino Herrera, quien hizo este notable hallazgo en 1961 cerca de la ciudad de San Juan. Es por ese motivo que su nombre significa "El lagarto de Herrera". 

Herrerasaurus fue un género de dinosaurios compuesto por una sola especie. Se trató de un terópodo bípedo que fue un eximio cazador debido a la velocidad que podía alcanzar gracias a sus potentes zancadas. No era muy grande, ya que medía poco más de un metro de alto, aunque caminaba muy agachado y su largo podía fluctuar entre los tres y los seis metros. Pesaba hasta 350 kilos.

El hábitat del Herrerasaurus estaba compuesto por un tupido bosque que en esos tiempos existía en una zona que actualmente es semidesértica. Deambulaba por un hábitat rico en coníferas gigantes y helechos, los cuales usaba para esconderse y sorprender a sus presas, pero también para evitar ser visto por otros predadores más grandes que él.

Galería de fotos: Babirusa