domingo, 3 de diciembre de 2017

¿Realmente existieron las arañas gigantes?

Si bien la "tarántula Goliat" es un verdadero monstruo terrestre, hay leyendas urbanas de arácnidos actuales muchísimo más grandes. 

Actualmente, lo más cercano que se conoce a una araña gigante es la horrosa "Tarántula Goliat", que vive en la selva del Amazonas. Este siniestro artrópodo sobrepasa fácilmente los 28 centímetros de diámetro (contando sus patas), registrándose algunos casos de ejemplares adultos de entre 30 y 35 centímetros.
La siniestra Mesothelae

Sin embargo, la ciencia ha podido comprobar que en tiempos pretéritos existieron arácnidos aún de mayor tamaño que la monstruosa tarántula Goliat amazónica.  Tal fue el caso de la atemorizante Mesothelae (o Megarachne), la cual era una bestial araña de 64 centímetros que vivió en Argentina hace ya más de 300 millones de años (período Carbonífero).

Hasta donde se ha logrado probar con datos concretos, Megarachne fue por lejos la tarántula más grande que ha existido. Sin embargo, hasta el día de hoy existe una leyenda popular que relata la presencia de brutales arácnidos de más de dos metros que se esconden en los rincones más recónditos de la selva congoleña.

Conocidas como J´ba Fofi ("araña gigante" en el dialecto local), el mito de estos descomunales artrópodos es sin dudas el más terrorífico de todo el Congo, y tal vez de toda África. Si bien hasta ahora no es más que una leyenda que se ha transmitido de boca en boca, existen dos relatos especialmente descriptivos que hasta ahora pueden ser considerados los principales testimonios de la existencia de una de las criaturas más horribles de la criptozoología a nivel mundial.

El primero de ellos fue un terrible hecho descrito en el siglo XIX por el explorador inglés Arthur Simes, quien dijo que su expedición fue atacada en plena jungla de Uganda por un par de arácnidos de casi dos metros de diámetro. Él fue el único sobreviviente de esa traumática experiencia, ya que el resto de los hombres quedaron atrapados en las telarañas, sin lograr escapar de las monumentales bestias de ocho patas.

El segundo relato es igualmente inquietante que el de Simes, claro que con un final no tan trágico. Fue en 1938 cuando el matrimonio inglés compuesto por Reginald Lloyd y su esposa viajaban en auto por una carretera del entonces Congo Belga cuando a lo lejos vieron a la orilla del camino un animal negro y peludo que al principio pensaron que era un perro o tal vez un mono, aunque a juzgar por el tamaño ese extraño ser más parecía un gorila que un simio cualquiera. Sin embargo el espanto se apoderó de ellos cuando pasaron por el lugar y en realidad pudieron ver que la criatura en cuestión no era un mamífero sino que una tarántula digna de la peor de las pesadillas.

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