El pasado 10 de marzo
del presente año, falleció el que para muchos era el mejor tecladista de la
historia del Rock. Se suicidó, debido a que atravesaba por una profunda
depresión
De dulce y agraz fue la vida del genial Keith Emerson.
Considerado por muchos entendidos como el mejor tecladista de la historia del
Rock y uno de los músicos más avezados del siglo XX, desde pequeño fue un
prodigio sin precedentes que maravilló hasta a los críticos y entendidos más
exigentes. Sin embargo, su trágico final no puede dejar indiferente a nadie, ya
que las circunstancias en que sucedió perfectamente dan para interpretar una
novela o un drama cinematográfico digno de postular al Oscar.
Hablar de Keith Emerson es referirse a un músico extraordinario,
cuyo talento innato hacía que su enorme órgano Hammond de tres pisos,
incorporado a un piano electrónico y sintetizadores, parecieran una mera
prolongación de sus propios dedos. Al tocarlos en forma simultánea, usando
ambas manos e incluso a veces también el codo para sacar melodías
inverosímiles, hacía pensar que lo que técnicamente parecía imposible pareciera
un juego de niños para él.
E.L.P. durante sus años dorados |
Sin embargo Emerson no sólo era un intérprete cabal, sino que
también se destacó como un compositor maravilloso que fue capaz de mezclar a la
perfección la pasión que siempre sintió por el Rock, el Jazz e incluso la
Música Selecta. Tal vez ningún otro músico en la historia supo combinar en
forma más notable estos tres estilos, ni antes ni después que él. Ahí es donde
radica justamente su enorme legado, motivo por el cual algunos virtuosos como
Jordan Rudess (de Dream Theater) no dudaron en calificarlo no sólo su mayor
influencia, sino que además su ídolo, casi como si se tratara de una especie de
superhéroe para los más importantes cultores del Rock Progresivo.
Era tal el talento de Keith Emerson que no pocos lo
consideraban “el Jimi Hendrix de los
teclados”, por su destreza que lo convertía en un superdotado a la hora de
tocar su instrumento. Sin embargo, su cercanía con Jimi Hendrix fue más allá de
compartir una habilidad innegable: ambos se tenían una admiración mutua, a tal
punto que incluso tenían pensado reunirse para formar una súper-banda entre el
guitarrista de Seattle y el trío Emerson, Lake & Palmer (E.L.P.). Este
ambicioso proyecto estaba tan bien encaminado que incluso alcanzó a tener un
nombre tentativo: H.E.L.P. (Hendrix, Emerson, Lake & Palmer), pero
lamentablemente Hendrix murió antes de materializarlo.
Si algo caracterizó la personalidad de Keith Emerson es que
durante toda su carrera fue un perfeccionista: él sabía que era el mejor de
todos en lo que hacía, y como tal se exigía a fondo para que cada una de sus
presentaciones en vivo fueran una experiencia inolvidable tanto para él como
para su incondicional público. Pero incluso para los más talentosos el tiempo
pasa y no en vano. Ya con 71 años y un incipiente Parkinson, sus shows ya no
eran lo mismo de antaño. Hace poco había sido criticado duramente por
comentaristas especializados porque su nivel no lograba asimilarse al de antes,
lo cual lo terminó por derrumbar y ensimismarlo en una profunda depresión de la
que nunca más pudo salir. El mal que lo aquejaba le impedía ejecutar la gran
pasión de su vida, y para él una vida sin pasión ya no valía la pena ser
vivida. Fue por eso que el pasado 10 de marzo, estando en su casa tomó un revólver
y se disparó en la cabeza, terminando así con su vida y su sufrimiento de no
volver a ser el mismo que alguna vez se catapultó como un virtuoso entre los
virtuosos. Ahora sólo queda entre nosotros su enorme legado y sus
interpretaciones alucinantes, las que lo harán perdurar para siempre como un maestro
de aquellos que trascienden y merecen ser inmortalizados hasta la eternidad.
Con cariño y
admiración para el gran Keith Emerson (Q.E.P.D.)
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