Según las creencias populares del norte de nuestro país, existe un ave casi milagrosa llamada Alicanto, la cual come minerales y sirve como guía para los buscadores de importantes yacimientos
Puede ser muy extraño, pero casi no existe ningún país o civilización en cuya cultura ancestral no figure un pájaro como parte de sus relatos mitológicos. Para los budistas, ese personaje era Garuda; para los egipcios, era Bennu; para los japoneses, era Suzaku; y para los griegos, el mítico Fénix. Sin embargo, en Chile también existió una criatura parecida dentro las creencias populares: el Alicanto.
El mítico Alicanto |
Según cuentan los relatos de lugareños, el Alicanto es un ave fabulosa, de gran tamaño, cubierto por un plumaje de color dorado con brillosas tonalidades metálicas, pero también poseedora de afiladas garras y un prominente pico encorvado. Esta criatura fantástica es tan reluciente que incluso puede ser visible de noche, iluminando con su cuerpo el inhóspito Desierto de Atacama. Sus destellos pueden ser dorados o plateados, dependiendo de si su dieta ha sido abundante en oro o en plata. Además, no menos curioso puede ser el que su suave vuelo es capaz de no proyectar sombra alguna sobre las calientes arenas del paraje más árido del planeta.
Tal vez lo que más llama la atención en torno a la leyenda del voraz Alicanto es que se trata de un pájaro que come minerales. Es por eso que los buscadores de nuevos yacimientos andan siempre atentos a ver si lo logran divisar a lo lejos, ya que se supone que los puede llevar a esos lugares, que es justamente donde él se alimenta.
Sin embargo, este animal mitológico no es tan inofensivo como se cree. Obviamente no quiere que los humanos lo sigan a su sitio de merienda, por lo que se esconde en medio del desierto, tratando de despistar a los intrusos. Pero si aun así continúa la persecución, opta por medidas mucho más radicales: si el Alicanto siente que el husmeador es un sujeto muy ambicioso, opta por enceguecerlo con un potente destello de luz, y posterior a eso espera hasta que se acerque a un barranco o despeñadero para empujarlo al vacío.
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